jueves, 1 de septiembre de 2016


Columnas GOVA

Atilano González Villa
Muerte por hambre: realidad lacerante para la dignidad humana.

Fuentes: Banco Mundial, Base de Datos del Programa de Comparación Internacional.
               Miguel del Castillo Negrete R., Departamento Académico de Estudios Generales, ITAM. FAO. Programa Mundial de Alimentos (PMA). Diario El País (España).

La carencia aguda de comida, la inanición y la muerte por hambre no son solo material para los medios de comunicación. Es una realidad cotidiana y por esta causa, por hambre, mueren al año 3.1 millones de niños (cada minuto mueren 6 niños por hambre, en algún lugar del mundo), de un total de 7 millones que fallecen en el mundo antes de cumplir los 5 años de edad. Una realidad lacerante para la dignidad humana.
                Hasta nuestras casas, los medios nos llevan las imágenes y los informes de madres hambrientas, demasiado débiles para amamantar a sus hijos en Etiopía. Refugiados de la guerra en Siria haciendo largas colas para recibir sus raciones de comida. Africanos famélicos sin poder caminar y a punto de morir… de hambre. Ubicaciones lejanas, al otro lado del mundo.

México
Pero, ¿qué ocurre en México, en nuestro zarandeado país con un crecimiento económico-industrial sostenido? Según el Banco Mundial, el Producto Interno Bruto (PIB) “per cápita” en México se ha multiplicado por 3 en los últimos 25 años. En 2010, llegó a los 14,430 dólares anuales por persona. Este crecimiento para una economía como la mexicana, que ocupa el 11er lugar en el mundo, es sorprendente.
                Pero lo grave del caso es que esta riqueza, este progreso esplendoroso, no ha llegado a toda la población. Credit Suisse Bank ha estimado que había en México 115,000 personas mayores de 18 años con una riqueza mayor al millón de dólares. De acuerdo con la misma fuente, solo hay otros 18 países con un mayor número de ricos (2010), Estados Unidos, Japón y Francia encabezaron esta lista.
                Sí, es lamentable que este progreso no haya llegado a todos.
                El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), organismo público descentralizado del gobierno federal, ha estimado que el 35.7% de la población de México es pobre, o sea, 42 millones de personas carecen de lo necesario para vivir sana y decorosamente, de las cuales 11.5 millones padece pobreza extrema, incluida la alimentaria. (Otras fuentes nacionales estiman que el 46,2% de la población, 55.3 millones, vive en la pobreza, y de este porcentaje el 20.6% se encuentra en pobreza extrema. Del total, unos siete millones de personas enfrentan un panorama más fatalista: están en condición de pobreza extrema alimentaria).
                En términos globales, 98.5 millones no tienen una adecuada nutrición y tan sólo el 14% de la población en México, unos 14.5 millones, tiene seguridad alimentaria (no le faltan alimentos, son variados y no tienen necesidad de disminuir las raciones) porque cuentan con los recursos económico-financieros necesarios.
                Es una situación delicada, porque la carencia alimentaria y de los elementos mínimos para llevar una vida decorosa, por lo general, va asociada a la carencia de educación escolar, a la falta de seguridad social y a la mínima garantía de atención en materia de salud, entre otros aspectos.
                Además, México sufre de las dos facetas del hambre: subnutrición y malnutrición. Quien no padece por falta de comida, tiene una alimentación poco nutritiva. Los dos flagelos provocan, en buena parte de los mexicanos, un menor desarrollo intelectual y físico, enfermedades y/o sobrepeso y obesidad. Somos un buen ejemplo de lo que Raj Patel denomina “obesos, famélicos”.

        En general, las estadísticas apuntan a 20,000 muertos al año en México, víctimas de la violencia y del hambre.

 El problema del hambre en México es más grave de lo que se piensa. Quien no sufre subnutrición, está mal nutrido. La población de México está obesa o famélica. Tan sólo el 14% tiene… una nutrición adecuada.

Política asistencial
Este tipo de políticas, las asistencialistas, muy poco han ayudado al desarrollo humano y productivo de los mexicanos, porque no han funcionado bien.
                En el Plan Nacional de Desarrollo (2013-2018) el Gobierno Federal reconoció que el hambre es “la expresión más lacerante de la pobreza y es ocasionada por la falta de acceso a la alimentación, debido a la falta de ingresos económicos”.

                El interés del presidente Enrique Peña Nieto, entonces, se centró en atender esta problemática y en 2013 se instrumentó una Cruzada Nacional contra el Hambre en todo el país para “garantizar el derecho a toda persona a una alimentación nutritiva, suficiente y de calidad”. La estrategia consistió en unir esfuerzos y recursos de los ámbitos público, privado y social. En una primera etapa operó en 405 municipios y en la segunda en 1,012.
                Pero este principal programa social del gobierno de Peña Nieto, no ha demostrado que cumpla con su objetivo de abatir el hambre.
                La Auditoría Superior de la Federación, órgano fiscalizador de los recursos públicos, revisó el cumplimiento de los objetivos y las metas de la estrategia y encontró que las deficiencias en su implementación no garantizan que se haya disminuido el número de personas en esa condición de pobreza alimentaria.
               Para medir los resultados de la estrategia, la Auditoría Superior fiscalizó la implementación y funcionamiento del programa, la focalización de la población objetivo, así como los resultados de la estrategia en la atención de las personas en situación de pobreza extrema alimentaria. Los resultados no fueron muy alentadores.
                Encontraron que al no focalizar correctamente a las personas objetivo, hubo una incorrecta coordinación de acciones. La Comisión de la Cruzada Nacional informó que implementó 64 programas presupuestarios, pero se identificó que solo 55 implementaron acciones, sin explicar por qué los otros nueve no llevaron a cabo ninguna obra. Tampoco se puede asegurar que las 79 acciones implementadas por los programas estuvieran dirigidas a la población objetivo, ya que sólo se cuantificó el total de la población atendida, sin precisar su condición de pobreza extrema alimentaria.
                “Las deficiencias en la implementación, focalización y coordinación de acciones en el marco de la Cruzada Nacional contra el Hambre no permitieron verificar en qué proporción se garantizó el acceso a la alimentación y a los demás derechos sociales de los 7 millones de personas en pobreza extrema alimentaria, lo cual no garantizó que se haya contribuido a la erradicación de la prevalencia del número de personas en esa condición”, dice el dictamen.
               En general, la Auditoría advirtió que las acciones no ayudaron a alcanzar los objetivos de garantizar a las personas una vida digna, con alimentación suficiente y de calidad ni a estar protegidas contra el hambre. Tampoco adoptaron las mejores prácticas ni las medidas necesarias que aseguraran la posibilidad de impactar de manera positiva en los 400 municipios con pobreza extrema seleccionados para el programa federal.

¿Corrupción?
No es la primera vez que un programa de la Secretaría de Desarrollo Social, del Gobierno Federal, presenta deficiencias. En una revisión anterior hecha por la Auditoría Superior, se encontró que se realizaron pagos indebidos a dos universidades y varias empresas.
                Un ejemplo de las anomalías es el pago que realizó la dependencia federal a la Universidad Autónoma del Estado de México, por casi 159 millones de pesos. El servicio era para sensibilizar a 500,000 madres en la alimentación sana y para llevar a cabo un evento social. Sin embargo, se erogó el dinero sin establecer condiciones y sin darle seguimiento a la realización de las acciones convenidas.

¿Yucatán?
Con poner un pie dentro del campo yucateco, se hacen evidentes las condiciones de nuestros campesinos.
                El reportero gráfico, José Pallota, lo ha documentado muy bien con sus reportajes gráficos en poblados del sur del estado y en la frontera misma de Mérida, publicados en un periódico local. Panoramas deprimentes. Sus moradores lejos, pero muy lejos de lo que podría llamarse “dignidad mínima”. Y también al margen de las cifras alegres que justifican el avance económico estatal, cifras inyectadas por una planta cervecera que ya ha sentado sus reales en el estado, y por el “boom” inmobiliario que, no sería nada raro, un día de estos explote.

Se necesitan unos 3,300 millones de dólares por año, para llegar a todos los 66 millones de niños con hambre en edad escolar, en todo el mundo.
¿Escasez alimentaria?

El mundo produce lo suficiente para alimentar a toda la población mundial de 7,000 millones de personas. Sin embargo, en el planeta, uno de cada 7 se va a la cama con hambre cada noche.
                La realidad es dura, como triste y penosa, porque un tercio del total de alimentos producidos en el mundo (1,300 millones de toneladas) nunca es consumido. Este desperdicio de alimentos representa una oportunidad perdida en la lucha por mejorar la seguridad alimentaria global, en un mundo donde una de cada ocho personas sufre de hambre.
                Además, para producir estos alimentos se utilizan preciados recursos naturales necesarios para alimentar al planeta. Cada año, los alimentos no consumidos aglutinan un volumen de agua equivalente al flujo de agua del rio Volga (Rusia). Producir estos alimentos, también libera un aproximado de 3,300 millones de toneladas de gases de invernadero.

Esto sin contar la comida que se “tira, se desperdicia” en restaurantes, casas particulares y fábricas.

 
Los pobres sufren hambre y, al mismo tiempo, el hambre los mantiene en la pobreza.
Un círculo vicioso que alguien o algunos deberán romper.
 

 La Edición completa del Magazine El Puente, No. 32, en:
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