CHINA LANZA
AL MUNDO UNA NUEVA “RUTA DE LA SEDA”: INICIO DE
UNA NUEVA ERA DE GLOBALIZACION.
Atilano González Villa
Director General
El Puente Editores
Trump lanzó un
misil pesado sobre el mundo al decretar aranceles para el acero y el aluminio, lo
cual de hecho ha iniciado una guerra comercial y, de paso, alentó el avance de
China en el plano internacional. Con esta medida de Trump, la estrategia global
del gigante asiático encontrará mucha menos resistencia en el futuro próximo.
Y es que China ya tiene una
estructura con estrategia planeada a largo plazo, una nueva “Ruta de la Seda”.
Un proyecto acariciado desde hace algunos años por el dirigente chino Xi
Jinping que prevé una inversión total de unos 900,000 millones de dólares para
infraestructura en 68 países de Asia, Europa y Africa, en donde vive el 65% de
la población del mundo, con un tercio del PIB mundial y con el 75% de las
reservas energéticas del planeta.
Vacío mundial
Lo que el
presidente Trump ha logrado con su radical política proteccionista, es crear un
creciente malestar entre sus tradicionales aliados y un ya sentido vacío de
liderazgo mundial. Se ha salido de varios tratados internacionales y trata de
torpedear el más importante del mundo, el Tratado de Libre Comercio de América
del Norte.
Y si Washington se retira del
plano internacional, China está más que lista para llenar ese vacío. Xi
Jinping, ahora con un enorme poder absoluto sobre su país, se ha declarado
defensor de la lucha contra el cambio climático y muy respetuoso de los
tratados internacionales y de la globalización. Por lo pronto, Beijing ha
anunciado el avance de negociaciones con 12 países para establecer acuerdos de
libre comercio, los cuales se sumarían a los 21 que ya mantiene, uno más que
los Estados Unidos.
Lo que la potencia asiática
quiere, en palabras de su dirigente máximo, es “iniciar una nueva era de
globalización”. La mira china es de largo alcance: ser la
primera potencia mundial en 2,050.
Visión china del momento actual
El Diario
del Pueblo, el vocero más oficial del régimen chino, publicaba hace
muy poco que “nunca el mundo ha tenido tanto interés en China ni la ha
necesitado tanto”, para en otro apartado señalar cómo “Estados Unidos bajo
la presidencia de Donald Trump ha abdicado de su papel de líder mundial, con una Europa presa de sus divisiones y un mundo que
aún arrastra las consecuencias de la crisis financiera de 2008, situaciones que
presentan una oportunidad histórica que nos abre un enorme espacio estratégico
para mantener la paz, el desarrollo y ganar ventaja”. Lo publica como “Manifiesto”
o sea un escrito respaldado por los más altos dirigentes del Partido.
Estrategia financiera y tecnológica
Uno de sus puntos
de apoyo más fuertes es su inversión en el extranjero. De acuerdo con informes
de su Ministerio de Comercio, el último año estableció convenios financieros
por 120,000 millones de dólares con 6,234 empresas de 174 países. En tanto en
Latinoamérica, la derrama fue mayor a la del Banco Interamericano de Desarrollo
(BID).
El cambio
China se apresta
para el tan anhelado “gran salto”.
Si cuando
Mao lo intentó (1958-1962) resultó un fracaso, ahora con Xi Jinping el cambio
ha sido radical con grandes perspectivas de éxito.
Deng
Xiaoping, su antecesor y gran protagonista de la apertura económica, siempre
recomendó “esconder la fuerza y aguardar el momento”, mientras el país luchaba
por salir de la pobreza y dejar atrás el marasmo de años de Revolución
Cultural, un momento que al fin ha llegado. Y el “líder” no escatima momento
para pregonarlo: “China será líder global en cuanto a fortaleza nacional e
influencia internacional”.
Las circunstancias geopolíticas
o su auge económico hacen de China el país llamado, de acuerdo con ellos
mismos, a ocupar el papel que le debe la historia. Sin perder de vista la mano
férrea de la dictadura que gobierna el país y lo mueva al unísono en la
dirección deseada por su dirigente.
Se ve claro
que China hoy genera más simpatías que EE. UU. en numerosos países -incluidos
aliados tradicionales de Washington, como Holanda y México-, según apuntaba el
Pew Research Center en 2017. Otra empresa analista, Eurasia Group, ha descrito
la influencia de China en medio de un vacío de liderazgo global como “el primer
riesgo geopolítico, porque está fijando estándares internacionales con la menor
resistencia jamás vista”. Y agrega: “El único valor político que China exporta
es el principio de no injerencia en los asuntos internos de otros países, algo
atractivo para los gobiernos acostumbrados ya a las exigencias occidentales de
reformas políticas y económicas a cambio de ayuda financiera”. Con estos
principios busca moldear el orden mundial para colocarse como referente, crear
oportunidades estratégicas para sí y para sus empresas y legitimar su sistema
de gobierno.
Ruta de la Seda
La historia nos
cuenta del famoso corredor por donde China exportaba su producción de seda a
lomo de camellos, de elefantes y de humanos, para llegar a las costas
orientales del Mediterráneo. Ahora, China incide con mayor fuerza en un
sustituto de esta Ruta.
Plan de Acción Terrestre (el cinturón) y Marítima (la
ruta)
Este Plan,
sustituto de la histórica Ruta de la Seda, también conocido como “Un Cinturón
Una Ruta”, contempla la construcción de ferrocarriles, autopistas, aeropuertos,
puertos marítimos, oleoductos, gasoductos, centrales eléctricas y toda clase de
infraestructura, para sustituir a los camellos y elefantes de antaño.
Y China ya no
se va por las ramas, ha dejado bien explícito y claro su objetivo final:
“iniciar una nueva era de globalización en dirección de Beijing”.
La ruta llegará a Mongolia y Rusia; Asia Central y
Pakistán; Myanmar, Bangladesh y La India;
sureste asiático y también a Corea del Sur y Japón; al Golfo Pérsico,
Oriente Medio, norte de Africa y la Unión Europea.
China ha puesto los ojos
también en países y áreas relegadas al subdesarrollo y parece ser la única
potencia dispuesta a darles la mano para impulsar sus desarrollos.
Pero una de sus prioridades estratégicas es sin duda
Europa, por eso gestiona ya parte del puerto de El Pireo (Atenas) y multiplica
sus proyectos en Grecia porque quiere convertirla en su centro de actividad
hacia los Balcanes y el sur de Europa.
Pakistán
En esta importante estrategia global destaca la inversión de más de 50,000
millones de dólares en Pakistán, su histórico aliado y vecino, para reconstruir
toda la economía del país. Punto central de esta tarea nacional es el desarrollo
del puerto de Gwadar, en el mar Arábigo, en donde China conseguiría una salida
al mar para sus productos sin pasar por el complicado estrecho de Malaca, entre
Indonesia y Malasia, considerado el estrecho más peligroso del mundo. Además,
el proyecto para Pakistán incluye la modernización de la carretera del
Karakoru, que une ambos países.
Red
ferroviaria
Respecto a Europa, hay dos corredores terrestres fundamentales. La red de
ferrocarril norte, la más grande del mundo, que parte de China y pasa por
Kazajistán, Rusia, Bielorrusia, Polonia y Alemania, en donde se distribuye
hacia otros puntos, llegando incluso a España. Y la sur, que baja por Asia
Central y entra en Irán para partir hacia Europa, pasando por Turquía.
Un símbolo del cambio geopolítico es el servicio
ferroviario de carga iniciado en 2014, pero aun no consolidado, entre Yiwu en
la costa oriental de China y Madrid, con 13,000 kilómetros de recorrido, en 21
días, considerada ya la red férrea más larga del planeta.
Así, Pekín ya desarrolla el
transporte terrestre a gran escala y de forma rápida, impulsando
fundamentalmente la alta velocidad. "China es el país con más kilómetros
construidos de alta velocidad, aproximadamente 20,000, y está impulsando tanto
la alta velocidad para trenes de pasajeros como de mercancías", explica Fernando
Moragón, presidente del Observatorio Hispano-Ruso de Eurasia. Y hace unos días, China
anunció experimentos para construir un tren que correrá a 1,000 km/hora.
Pero para Pedro Nueno, profesor
del IESE de la Universidad de Navarra y presidente de la China Europe
International Business School (CEIBS), Madrid solo representa una escala y no
un destino final. Por eso dice: “Hay que entender que la Ruta va más allá de la infraestructura: es el
proceso de China abriéndose al mundo. A Mariano Rajoy le dijeron que no acaba
en España, sino que sigue hacia América Latina. Eso quiere decir que las
empresas chinas han de salir y además España es un puente para Latinoamérica y
Africa. No hay que verlo como un proyecto logístico, sino conceptual”.
América Latina y el Caribe no se incluyen por ahora
en esta nueva Ruta de la Seda, pero ya se ven las intenciones chinas con su proyecto
de ferrocarril transcontinental que conectaría la costa atlántica de Brasil con
la del Pacífico de Perú.
Africa
China lleva a cabo importantes inversiones en Africa, como la
construcción de un ferrocarril entre las ciudades de Nairobi y Mombasa (Kenia),
que formará parte de una futura red de transportes en Africa Occidental.
Sin embargo, uno de sus proyectos más importantes en este continente es
el de Yibuti, en el Cuerno Africano a la salida del Mar Rojo, donde China trabaja en
el desarrollo de un centro logístico marítimo que será "su primera base
militar en el extranjero". Las primeras tropas chinas llegaron al lugar en
el verano de 2017. También tienen bases Estados Unidos, Francia y Japón, con los
mismos fines declarados por China.
En Africa, en 2015, China firmó con la Organización
para la Unidad Africana un memorando contemplando inversiones por valor de 60,000
millones de dólares.
Financiamiento
Aunque desde 2013 el presidente Xi Jinping lanzó al mundo la idea de una
nueva Ruta de la Seda y desde ese año comenzaron las acciones concretas para
establecer acuerdos bilaterales, no fue sino hasta mayo de 2017 que se
reunieron en Beijing, en un Foro mundial, 28 jefes de estado y representantes
de mil organizaciones de todo el mundo para conocer las peculiares pinceladas
de la que podría ser la iniciativa comercial más importante de este siglo,
abierto a todos los que se quieran adherir.
En el marco de la inauguración del foro, el presidente Jinping dio a
conocer que aportará 14,500 millones de dólares al Fondo de la naciente nueva
Ruta de la Seda y ofreció 8,700 millones de dólares para apoyar a los
países en vías de desarrollo que participen en esta iniciativa. En forma
adicional, anunció una inversión de 124,000 millones de dólares para impulsar
el libre comercio.
Se refirió también al
lanzamiento de “100 proyectos contra la pobreza y 100 proyectos de salud y de
rehabilitación en los países de la nueva Ruta y su país proveerá a las
organizaciones internacionales relevantes 1,000 millones de dólares en beneficio
de los países que la integren”.
Las principales vías de
financiación de este macroproyecto son dos: 1- El Fondo Económico de Inversión
de la Ruta de la Seda, patrocinado por China, con un fondo de 50,000 millones
de dólares (en 2014). 2- El Banco Asiático de Inversión e Infraestructura,
creado hace un año, con 57 países miembros, principalmente de Asia y de
Europa, en el que China, India y Rusia, en este orden, son los mayores
accionistas.
"En este banco, en el que
están incluso países como Inglaterra e Israel, China vetó a dos países, EE.UU.,
que ya tiene el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, y Japón, que
cuenta con el Banco Asiático de Desarrollo", afirma el presidente del
Observatorio Hispano-Ruso de Eurasia, Fernando Moragón.
Infraestructura
financiera
Jinping también ofreció establecer un sistema financiero de tarjetas para
mantener los riesgos bajo control, lanzar nuevos modelos financieros y de
inversión, incentivar la cooperación entre el gobierno y el capital privado,
construir un sistema financiero diversificado y un mercado de capital múltiple,
y mejorar las redes de servicios financieros.
Otros
compromisos
Los países interesados en participar en la iniciativa de la nueva Ruta de la
Seda, deberán promover la legislación para el beneficio común, facilitar la
integración financiera y la conectividad, generar un comercio ininterrumpido e
incentivar la aceptación de esta ruta comercial.
Punto importante y trascendental de parte de Xi Jinping es haber
asegurado que su país “no interferirá en ningún punto con los asuntos
interiores de otros países”.
Y otro mensaje claro y conciso: “dejar atrás el proteccionismo económico
y abrir el libre comercio mundial”.
Voces
discordantes
Las alarmas han sonado. El primer ministro australiano, Malcolm Turnbull,
en diciembre se mostró preocupado por la influencia de China en los asuntos
políticos de su país, a través de lobbies y donaciones, y ya presentó un
proyecto de ley para frenarla.
El director del FBI en EE UU, Christopher Wray, también ha advertido que
Pekín puede haber infiltrado operativos incluso en las universidades.
Un informe del think tank alemán MERICS y del Global Public Policy
Institute alertan de la creciente penetración de la influencia política de
China en Europa, especialmente en los países del Este.
Y un grupo de académicos logró, gracias a sus protestas del último año,
que la editorial Cambridge University Press recuperara artículos censurados por
no coincidir con la visión de Pekín en asuntos como Tiananmen o Tíbet.
Además de las alarmas, empiezan a sonar también -de modo aún muy
incipiente- propuestas para contrarrestar esa pujanza china o al menos los
aspectos menos benevolentes de ella. El presidente francés, Emmanuel Macron, ha
llamado a los 27 socios de la Unión Europea a la unidad para no perder terreno
frente a China.
Y Japón, India, Australia y EE. UU. se plantean ya ofrecer un plan
internacional alternativo al de la nueva Ruta de la Seda.
Pero…
China está decidida. Su estrategia es a largo plazo con culminación en
2049, algo que los países occidentales no tienen. Y su crecimiento de dos
dígitos por muchos años, la perfila como potencia económica de primerísimo
orden para 2030.
Como ejemplo, el presidente
Jinping dio a conocer que el volumen del comercio exterior de su país entre
2014 y 2016, con las naciones que actualmente están en esta Ruta, superior los
3,000 millones de millones de dólares.
Realidad
política china
Pero detrás de todo este entramado comercial y financiero se alza el
verdadero rostro de la China de hoy: un régimen totalitario, opresor y
sanguinario con mando único en la persona de Xi Jinping (64 años de edad),
quien ya ha dado la orden a su pueblo de alinearse a sus objetivos de todo tipo
y, dirigiéndose a los trabajadores de los medios de comunicación les dijo “ustedes
tienen que llevar ‘Partido’ como apellido”, en referencia clara al Partido
Comunista.
Xi Jinping acaba de
lograr el poder indefinido en China al aprobar la Asamblea Nacional Popular
(ANP, legislativo) un total de 21 enmiendas a la Constitución, entre las que
figura la eliminación del límite de dos mandatos consecutivos para el Presidente
y para el Vicepresidente del país.
Con esta reforma
Jinping consolidó su mando único en el Gobierno, el Partido Comunista y las
Fuerzas Armadas, sin límite de tiempo, en otras palabras concentra el poder
absoluto sobre los más de 1,300 millones de ciudadanos chinos y sobre todo el
territorio nacional.