El consumo
de drogas en México y su legalización.
Por Atilano
González Villa
El debate por la
legalización o liberalización de las drogas se dará en México tarde o temprano,
quizá más temprano que tarde por la clara intención del próximo gobierno federal
de impulsarla. Y se dará en momentos en que la tendencia a su consumo aumentó
un 32% entre 2011 y 2016, según la última Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco
(2016-2017) de la Secretaría de Salud Federal, en personas de entre 12 y 65
años de edad.
Este consumo incluye todo tipo de
drogas: marihuana, crack, cocaína, pasta de cocaína, inhalables, alucinógenos,
heroína y estimulantes tipo anfetamínico, opiáceos, sedantes, tranquilizantes,
anfetaminas, barbitúricos, etc.
De acuerdo con la misma encuesta, entre 2011 y 2016, el
consumo de la marihuana se incrementó en un 43.3% y la cocaína en un 6%.
Los consumidores también aumentaron en el mismo período
de 5 años. En 2016, habían 8.5 millones de personas consumidoras de drogas
ilícitas, de los cuales 6.5 millones son hombres, un 25% más que en 2011, y 2
millones de mujeres, poco más del doble (105%) que al principio del período de
referencia.
El mismo informe pide acciones con celeridad, inmediatas
y con gran atención a la población afectada.
En tanto el llamado combate al narcotráfico se
incrementa, se recrudece, altera las posiciones de los cárteles y mancha de
rojo a todo el país.
El consumo de drogas ilícitas aumentó
en México un 32%, entre 2011 y 2016, el de la marihuana se incrementó en un
43.3%
y la cocaína en un 6%.
¿Visión o miopía?
Y ante este
panorama el próximo gobierno federal se pone de lado de la legalización de las
drogas. Quizá el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, haya mirado a
algunos países en los que medidas similares han casi resuelto el problema, como
Islandia o Portugal, los cuales al cabo de más de década y media de estar con
la aplicación de novedosas legislaciones y políticas públicas coherentes, han
visto desplomarse los porcentajes de consumidores de droga.
Islandia
En Islandia, en
1998 el porcentaje de jóvenes de 15 y 16 años que se emborrachaban al mes era
de 42%. En 2016 llegó a solo el 5%. El consumo de las drogas ilícitas tuvo un
desplome muy similar, con la mariguana pasando del 17 al 7% y los fumadores
pasaron del 23 al 3%. De acuerdo a estadísticas oficiales y de las comunidades
sociales.
Hace 20 años, los adolescentes eran
de los más bebedores de Europa. Los fines de semana no se podía caminar por el
centro de Reikiavik, capital islandesa, ante decenas de jóvenes ingiriendo
bebidas embriagantes a la vista de todos, no era seguro, de acuerdo con
testimonios de residentes y de turistas.
Ahora,
gracias a las políticas públicas los muchachos, hombres y mujeres, en lugar de
reunirse a beber o a drogarse asisten a gimnasios, a actividades culturales o
pasan el tiempo con sus papás.
Portugal
Mientras en Islandia las políticas públicas canalizaron las energías juveniles al deporte, a la cultura y a la convivencia familiar, Portugal no legalizó las drogas, pero sí las despenalizó, a los consumidores sorprendidos “in fraganti” dejaron de encarcelarlos y comenzaron a llevarlos a una especie de tribunal integrado por un médico, un psicólogo y un abogado. Estos se entrevistan con el acusado y, por lo general, le imponen una multa y le recetan un tratamiento para combatir su adicción.
Eso comenzó
en 2000 y las tasas de incidencia con drogas se redujeron drásticamente. Las
muertes por sobredosis ahora solo son de 3 por cada millón, lo que los sitúa en
el penúltimo lugar de Europa, luego de que por años ocupara el primer lugar en
este renglón.
El éxito contra las adicciones se
logra al atacar el meollo del problema, esa laxitud característica de las
relaciones en las sociedades modernas y posmodernas,
esa libertad y
autonomía individual por encima de cualquier circunstancia personal, social o
ideológica que, por lo general, lleva a la soledad y
a la
sensación de incertidumbre sobre el sentido
y fin de la vida
misma.
México es otro mundo
Pero México no es
ninguno de esos dos países. Ni en lo físico ni en lo cultural. México con poco
más de 120 millones de personas y decenas de conglomerados con culturas muy
diferentes unas a otras, con casi dos millones de km2 y la mitad de
su población en la miseria, dista mucho de, por ejemplo, Islandia. Este
país nórdico tiene una población de solo 330,610 habitantes (2015) en una
superficie de 103,125 km², solo un poco menos que la Península de Yucatán con 125,000
km². Y, además, un solo lazo cultural. Pero Islandia no cambió sus políticas
públicas como resultado de una encuesta general, sino después de intensos
estudios, encuestas a los consumidores y análisis de expertos científicos que
indicaron el camino a seguir.
Gudberg K.
Jonsson, investigador del Laboratorio de Comportamiento Humano de la
Universidad de Islandia, es uno de los grandes expertos que más ha ahondado en
este exitoso proyecto.
Además,
Islandia tiene un ingreso “per cápita” mensual de $115,724.00. En contraste con
México que tiene a más de 50 millones de personas por debajo de la línea de
miseria.
Lazos sociales debilitados
Islandia tuvo éxito
en atajar las adicciones porque trabajó justo en el meollo del problema: esa
laxitud característica de las relaciones en las sociedades modernas y posmodernas,
esa libertad y autonomía individual por encima de cualquier circunstancia
individual, social o ideológica que, por lo general, lleva a la soledad y a la
sensación de incertidumbre sobre el sentido y fin de la vida misma. Y los
jóvenes son carne fresca en este panorama social y personal.
Por eso, revigorizar los vínculos
familiares fue una de las maneras con la cual Islandia encontró el camino para
rescatar a sus juventudes. Y tuvo el apoyo y pleno respaldo de los padres de
familia para organizar comidas, sobremesas y compartir actividades deportivas y
espectáculos.
Algo similar
ocurrió en Portugal.
En México, ¿podrá darse una situación similar?
La situación mexicana
Lo que en México ha
ocurrido es un desesperado intento de acabar con un fenómeno personal, social y
circunstancial a base de cañonazos contra quienes se aprovechan de estas
características del problema de las adicciones. De seguir en esta dirección,
nunca habrá resultados beneficiosos para el país.
Una encuesta para decidir el camino
a seguir, tampoco parece ser aconsejable, cuando en el país hay más de 50
millones de personas cuya principal prioridad es qué comer hoy y esto habla de
un nivel educativo muy, pero muy bajo y sin calidad para opinar qué hacer con
el problema de las drogas.
Quizá el camino más racional, en el
caso de México, es sentar a la mesa a académicos y a científicos expertos en
este tema y ponerlos a trabajar para encontrar una fórmula apropiada a las muy
peculiares características del país, para iniciar el combate frontal a la
drogadicción. Así como un acucioso programa de inteligencia policíaca, judicial
y militar para desenmascarar a los altos mandos nacionales, en todos los
niveles, que hacen posible el trabajo eficaz de los cárteles de la droga.
México
entero espera resultados.
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