lunes, 3 de diciembre de 2018

Leonardo Padura, el autor cubano más vendido en el mundo.

Leonardo Padura, creador del célebre detective Mario Conde, para muchos es el escritor cubano vivo más importante, el más vendido. Sus libros son un suceso nacional. Y sigue viviendo en Cuba, a pesar de ser un crítico del gobierno de la isla. De hecho, sigue en la misma casa donde nació en 1955 -tres años antes del triunfo de la Revolución Cubana- en Mantilla, un barrio habanero.

El escritor y periodista, autor entre otras de la serie de novelas policiales protagonizadas por el detective Mario Conde y de la aplaudida “El hombre que amaba a los perros”, estuvo en Europa donde habló con periodistas y en donde se originó este escrito.

Hijo de padre masón y madre católica, Padura dice que ambas enseñanzas fueron muy importantes para él. “Con ellas aprendí algunos de los principios éticos que me han guiado en mi vida”.

¿Cómo la revolución afectó a su familia?
La afectó de muchas formas. Mi padre era propietario de un pequeño comercio que pudo vender en 1959. De esa posición, de una pequeñísima burguesía media, pasamos a ser absolutamente proletarios. Mi padre siguió siendo masón y eso era algo no bien visto, igual que la religión. Y marcó a mi familia sobre todo con el drama del exilio. La rama paterna comenzó rápidamente a emigrar de Cuba, pero mi padre decidió permanecer y a mí, que estaba haciendo mi carrera universitaria por allá en los años 70, me pareció lo más normal del mundo seguir viviendo y trabajando en Cuba, sin que eso significara -para nada- un trauma.

¿Y cómo se hizo escritor?
Cuando estábamos estudiando en la universidad se vivía una época de gran represión cultural en Cuba. Estudiaba Literatura en la Universidad de La Habana. Comencé a escribir pequeños cuentos, con un espíritu muy de competencia. Había otros compañeros que escribían y yo decidí que si ellos escribían, por qué no iba yo a escribir. De esa manera me fui enganchando. Escribí crítica literaria en algunas revistas, después empecé a trabajar en una publicación cultural que llegó a ser muy importante en su momento: El Caimán Barbudo. De ahí empecé a escribir de una manera más consciente de mi trabajo literario, aunque no de manera profesional. Y fue una época muy intensa, que recuerdo además con mucho agrado porque fue una época de grandes descubrimientos para mí, que me prepararon para escribir. Pero, ese tiempo en que estudiaba en los años 70, fue probablemente la época más difícil para los escritores cubanos, para los artistas en general.



¿Cómo experimentó eso siendo estudiante?
Ya había nombres que no se mencionaban, definitivamente, no solo de escritores que ya se habían ido de Cuba, como Guillermo Cabrera Infante, por ejemplo, sino de escritores que vivían en Cuba y de los cuales no se hablaba, como (José) Lezama Lima o Virgilio Piñera. Pero no teníamos total conciencia de lo que estaba pasando. Sí sabíamos que era una época difícil para nosotros como estudiantes. Estábamos prácticamente -siempre- bajo vigilancia revolucionaria. Hubo compañeros nuestros que, por ser religiosos u homosexuales, tuvieron problemas. Algunos, incluso, fueron expulsados de la universidad.

¿Cómo influyó su experiencia como periodista en su carrera de escritor?
Me ayudó muchísimo. Yo creo que los seis años que estuve en Juventud Rebelde marcan la distancia entre un escritor que había escrito un libro de cuentos y una novela, un escritor muy aprendiz, a un escritor mucho más dotado de instrumentos profesionales de escritura, el que ya escribe Pasado Perfecto, la primera de la serie de mi personaje: Mario Conde.

¿Puede hablar un poco de esta serie y qué lo inspiró a escribir sobre Mario Conde? ¿Quién es él? ¿Por qué juega un rol tan importante en su literatura?
A finales de 1989, principios de 1990, empiezo a escribir una novela policíaca. Y este policía investigador tiene un carácter peculiar, en el sentido de que es poco ortodoxo en sus métodos de investigación. Es un hombre que tiene una serie de conflictos existenciales con respecto a la realidad en la que vive, es un hombre muy representativo de mi generación. Yo concebí este personaje para esa novela y un año después de terminada me dije “creo que este personaje sigue vivo” y voy a utilizarlo en cuatro novelas. Después he escrito varios libros en los que no aparece el personaje de Mario Conde y otros en los que sí aparece. Mario Conde es un personaje sumamente popular en Cuba.

Ha habido voces de la oposición cubana, como la bloguera Yoani Sánchez, quienes han dicho que usted contó lo que pasaba en Cuba en los años 90, a través de Mario Conde. ¿Eso es algo que decidió desde el principio o algo que ocurrió mientras estaba escribiendo?
Si te dijera que fue un propósito concreto, te mentiría. Lo que sí quise fue, a través de Mario Conde, presentar la realidad que yo estaba viviendo. Y ese propósito me llevó a ver, desde una perspectiva crítica, esa realidad: la corrupción, el oportunismo, el arribismo político, la represión cultural. Pero sobre todo enjuicia mucho el papel que le ha tocado a mi generación en Cuba, una generación que nunca tuvo la posibilidad de decidir libremente cuál iba a ser su destino, sino que fue utilizada sucesivamente por distintas instancias de poder para hacer lo que ellos consideraban era lo mejor para el país y lo mejor para nosotros, sin preguntarle nunca ni al país ni a nosotros si realmente eso nos parecía lo mejor.
 

 
¿Usted piensa que el escritor debe tener un compromiso político para reflejar la realidad?
Creo que hacer política desde la literatura es un error. La literatura tiene sus propias reglas, igual que la política. Lo que ocurre es que en una sociedad como la cubana, con cualquier decisión, cualquier ejemplo, cualquier actitud de la cual tú hables, estás tocando un tema de carácter político. Hay escritores que se aprovechan o se exceden en el uso de la política a la hora de hablar de Cuba, pero a veces es más efectivo cuando tú presentas una realidad determinada y le das un espacio al lector. Yo creo que los recursos artísticos pueden ayudar muchísimo al escritor a la hora de hablar de sociedades que son más o menos cerradas, sociedades en las que no existe una completa libertad de expresión. En la novela “El hombre que amaba a los perros” se habla de Trotsky y de Ramón Mercader, el hombre que lo mató y del tiempo que vivió en Cuba. Pero también es una novela sobre el estalinismo y la Cuba contemporánea.

¿Cómo fue recibida la novela en Cuba, sobre todo tomando en cuenta que gente que aún hoy está en el poder apoyó al estalinismo cuando era joven?
Es cierto, en Cuba se practicó una política similar a la de la Unión Soviética, no solamente con respecto a Stalin sino respecto a Trotsky. Se celebraba la figura de uno y se hacía desaparecer la figura del otro. Incluso todavía no ha habido una rectificación pública, concreta, profunda, con respecto a lo que ha significado o lo que significó o sigue significando el estalinismo para la política y la vida cubana de estos 50 años.

La novela tuvo una tremenda recepción internacional.
He llegado a saber, por ejemplo, que una persona como Dilma Rousseff, la presidenta de Brasil, leía la novela durante su campaña presidencial, y que le había gustado mucho. Que a Cristina Fernández de Kirchner le gustó y quiere comunicarse conmigo. Me dijeron incluso que a Hugo Chávez le había gustado mucho. Pero en Cuba no sé qué habrán pensado determinadas esferas de poder. Lo que sí te puedo decir es que los lectores acogieron con mucho entusiasmo el libro.

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El “feminismo ideológico”, paso a la deconstrucción de la persona”-

Obispo de Alcalá de Henares (España).

 
En la presentación del libro “La teología feminista, significado y valoración” (BAC), de Manfred Hauke, participó el obispo de Alcalá de Henares (España), monseñor Juan Antonio Reig Plà, quien señaló que el “feminismo ideológico” es el paso a una “deconstrucción de la persona”. El acto se efectuó en la Universidad Francisco de Vitoria, en Madrid.

            Reig Plà apuntó además: el “feminismo radical” es más conocido por “sus pretensiones políticas y por los movimientos que promueven el aborto”, ante lo cual “el Magisterio de la Iglesia ha dado las claves para dar respuestas verdaderas y positivas”.

El obispo de Alcalá de Henares, monseñor Juan Antonio Reig Plà, arremetió contra el “feminismo ideológico” que ve como “un paso en el proceso de destrucción de la propia persona”. De hecho, dijo, los argumentos que sustentan el pensamiento feminista, en sucesivas evoluciones, “han propiciado la ideología de género y las teorías Queer y Cyborg".

Evolución negativa
Para Reig Plà, la obra del profesor Hauke, viene a ocupar “un vacío que existía en la producción en lengua hispana sobre la repercusión del feminismo en la teología católica y en la vida eclesial”. Según indicó el Obispo, “el feminismo ha ganado terreno en el campo de la opinión y de la cultura” de forma que “lo que en un primer momento se presentaba como ‘feminismo sufragista’, que reclamaba el derecho al voto de las mujeres o la igualdad de derechos entre el varón y la mujer, ha evolucionado bajo el influjo de varias ideologías”.

            Así, ha precisado que del “feminismo de la igualdad” y del “feminismo de cuota”, que reclama al menos la mitad de los cargos de responsabilidad para las mujeres, se ha pasado “a la pretensión del empoderamiento de la mujer, al feminismo radical o al feminismo ginocéntrico”.

            Atendiendo al ámbito cultural español y de otros muchos países, Reig Plà señaló que el “feminismo radical” es más conocido por “sus pretensiones políticas y por sus vinculaciones con los movimientos que promueven el aborto, el ataque al matrimonio monógamo e indisoluble y a la maternidad”.

            Sin embargo, ha admitido que su capacidad de penetración en los “mass media” representa “todo un reto” para el pensamiento cristiano.
 

Respuesta de la Iglesia católica
La propuesta de la Iglesia: “La teología de la mujer”. Mientras, según explicó, la propuesta de la Iglesia es “una teología de la mujer” y, citó la Evangelium Vitae de Juan Pablo II, remarcó que el Magisterio de la Iglesia ha dado las claves para dar respuestas “verdaderas y buenas”, instando a las mujeres a ser “promotoras de un nuevo feminismo que, sin caer en la tentación de seguir modelos machistas, sepa reconocer y expresar el verdadero espíritu femenino”.

            En cualquier caso, el obispo de Alcalá ha apuntado que la Iglesia también tiene una palabra para las personas que defienden los postulados del feminismo radical. “A ellas se les debe, desde la verdad, respeto y amor. Hay que proponerles, con caridad, la verdad y orar por ellas”, subrayó.

El “feminismo radical” ataca el matrimonio monógamo e indisoluble, y a la maternidad.

(EL PUENTE y agencias)
 
 
 

 

 
 

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