lunes, 14 de enero de 2019


Agencia France Presse (AFP)-México

 
Por Atilano González Villa

 
Iván Duarte Medina
Todo lo que comienza…, termina. Y mi función como corresponsal de la AFP-México ha terminado, luego de 41 años. Le he pasado la responsabilidad, y los directivos de la Agencia France Press en la Ciudad de México ya la han aprobado, al periodista Iván Duarte Medina, reconocido por su capacidad profesional y su entrega imparcial y honesta al informar a lectores y a radioescuchas. 

Un poco de historia
Recuerdo aquella llamada de Ramón La Moneda, en ese momento Director de la Oficina de la AFP en México, a la Redacción de Novedades de Yucatán a fines de 1977 para ofrecerme la corresponsalía de la AFP. En ese entonces ocupaba la jefatura de Información en el periódico y ya era corresponsal de Televisa en la Península (1974-1984). No se trataba de pensarlo dos veces. Sobre la plática le di el “sí” y lo siguiente fue un “será necesario que cumplas un año de prueba, antes de confirmarte y darte una credencial de la AFP”.

Comencé a enviar informaciones. Y justo al año me informó de mi aceptación como corresponsal. Mi primera credencial llegó días después con fecha 10 de enero de 1979. Ya para eso había dejado la jefatura de Información y me habían ascendido con la responsabilidad de supervisar la buena marcha de los Novedades de Campeche y de Quintana Roo. 

Durante esos 41 años en la Agencia he cubierto en toda la península desde conferencias de presidentes mexicanos con sus homólogos de otros países, hasta desastres naturales (huracanes), congresos de los más diversos, y las coberturas cotidianas a visitas de personajes de todas las disciplinas, desde ministros a deportistas extranjeros, hechos, casos y temas muy puntuales.

Ha sido una muy gratificante actividad, sobre todo cuando a las 2 o 3 de la madrugada me despertaban por el teléfono de casa para pedirme “algo” para la mañana siguiente, con entrevista, datos duros, antecedentes y proyección a futuro. No era nuevo para mí, porque ya con Televisa tenía una relación muy similar y luego la tuve más intensa durante mis 15 años con Excélsior.
 

 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
En total trabajé como corresponsal para 8 medios internacionales, nacionales y regionales, combinando tiempo y esfuerzos con la jefatura del Departamento de Prensa de la Universidad de Yucatán, una dependencia que inicié, que cree en 1981, cuando me separé de Novedades de Yucatán y el entonces rector Alberto Rosado G. Cantón me otorgó la confianza para incorporarme a la Casa de Estudios, en la que estuve como cabeza del Departamento de Prensa desde ese 1981 hasta 1998.

Ver y escuchar…, no exhibirse.
Hace uno o dos años conversaba con mi buen amigo Manuel Triay Peniche, a propósito de una entrevista precisamente para la AFP, y me decía desconocer que hubiera un corresponsal de esta agencia francesa en Yucatán.

Me vino a la memoria un caso similar con el Maestro Luis Echeverría Navarro, cuando me invitó a cubrir una Asamblea de la CTM en el Teatro “Armando Manzanero”. La cubrí de principio a fin. A los pocos días nos vimos y me dijo: “No fuiste a la Asamblea…”. Sí Luis, estuve todo el tiempo. “Pues no te vi…”. Y simplemente le contesté: “Luis, me pagan para ver y escuchar, no para que me vean…”.

Esta ha sido una constante en mi carrera periodística. Pienso que el protagonismo del reportero en los eventos está por completo fuera de lugar. Nos pagan para “ver y escuchar, tomar apuntes y escribir la nota correspondiente para publicar…, no para que nos vean…, a no ser que se trate de una entrevista, claro”.

Nueva etapa
Así, ahora asume la responsabilidad de la corresponsalía de la AFP en Yucatán el periodista Iván Duarte Medina. Quisiera resaltar un detalle importante. Hubo varios candidatos, los valoré a todos. Pero las características y cualidades de Iván Duarte, inclinaron la balanza a su favor.

El tiempo, sus jefes y sus lectores lo calificarán. Si dentro de 40 años se sienta a escribir una nota similar a ésta, podría pensarse que, después de todo, no lo habrá hecho tan mal…
 
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Comunicación interna de la AFP, en la Ciudad de México:
- Hola Ingrid. (Administradora de la Agencia France-Presse Mexico).
- Te pongo en contacto con Iván Duarte Medina, que va a ser nuestro nuevo stringer (corresponsal) en Mérida. Por favor, cuando tengas un momento mándale un mail con la información que necesita del lado administrativo. Gracias!
Abrazo,
Josh
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Joshua Howat Berger
News Editor and Deputy Bureau Chief,
Agence France-Presse Mexico.
 

 

 
 
 
 
 
 
 

miércoles, 9 de enero de 2019


Efecto de los elementos ambientales sobre el aprendizaje.
 

Stephen Heppell
“Que los estudiantes no vean la ‘Formación Profesional’
como una opción válida, es un fracaso del sistema educativo”.
 
Se entiende por ‘Formación Profesional’ todos aquellos estudios y aprendizajes encaminados a la inserción, reinserción y actualización laboral, cuyo objetivo principal es aumentar y adecuar el conocimiento y las habilidades de los actuales y futuros trabajadores a lo largo de toda su vida.
Actualmente en la mayoría de países se le conoce como Educación y Formación Profesional.

 
Por Bárbara Sánchez. Periodista. 
(Entrevista)


El experto en innovación educativa Stephen Heppell pone el foco prioritario en el efecto que los elementos ambientales, como la luz, el oxígeno y la temperatura, tienen sobre el aprendizaje.


Aula del futuro, en Querétaro- México
 
Cuando Stephen Heppell (Chalfont St. Peter, Inglaterra, 1950) se enfrentó a su primer día como profesor, no tenía ni idea sobre cómo dar una clase. Y así se lo confesó a sus alumnos. Les hizo entonces una petición inusual: que observaran a sus otros profesores y que cada día, antes de empezar, le contaran algo que les hubiera llamado la atención sobre cómo daban sus clases. “Desde entonces, siempre he escuchado a mis alumnos”, asegura Heppell, catedrático en la Universidad de Bournemouth y experto en innovación educativa, quien ha asesorado a gobiernos, empresas y colegios de todo el mundo.

Entre sus múltiples facetas, Heppell ha dedicado buena parte de su carrera a investigar las condiciones ambientales idóneas para el aprendizaje. La luz, el oxígeno y la temperatura, dice, son factores determinantes a los que apenas se presta atención. El experto acaba de plasmar todas esas investigaciones en dos nuevos espacios que ha diseñado en la Universidad Camilo José Cela- España. En ella, dirige la Cátedra de Felipe Segovia de la Innovación para el Aprendizaje, un proceso en el que han colaborado los estudiantes para dar luz a un laboratorio y a una zona para impartir clases que huye del diseño tradicional y apunta a lo que será el aula del futuro.

Heppell se pasea entusiasmado por el espacio, diáfano y flexible, que lo mismo sirve para dar una clase magistral como para organizar una sesión de trabajo en grupo. Paredes de cristal, pintura especial para reflejar la luz, temperatura entre 18 y 21 grados centígrados para favorecer el rendimiento, sillas diseñadas para que la sangre fluya hacia el cerebro... “Hay miles de detalles”, asegura el experto.

Han pasado casi tres décadas desde que pisó su primera clase, pero el profesor mira al futuro de la educación con la misma ilusión del primer día. “Creo que los próximos diez años van a ser los más emocionantes hasta ahora”, augura con una sonrisa. “Y no podemos perdérnoslos”.

¿Cómo podemos preparar a los estudiantes para el futuro, si no tenemos ni la menor idea de cómo será. Y el entorno y las necesidades, por ejemplo de las empresas, cambian tan rápido?
- No es tan difícil ver el futuro si observas con mucha atención a las personas. Cuando aparecieron los teléfonos con cámara, cada vez que alguien tomaba una foto los demás se congregaban a su alrededor para verla. Era obvio que, más adelante, iban a querer compartir sus fotos con sus amigos. Así que si observamos ahora a las personas, ¿cómo se presenta el futuro? Sabemos que pertenecer, ser miembro de algo, es muy importante. Mucha gente está buscando cosas de las que puedan sentirse parte activa. Y creo que aprender es algo de lo que todos nos sentimos parte, las comunidades de personas que aprenden van a ser muy importantes. También el aprendizaje a lo largo de toda la vida. Vamos a regresar a la universidad.

 
“El aprendizaje de por vida
es el futuro del trabajo y de la educación”.

¿Cuáles son las condiciones óptimas que debe tener un espacio de aprendizaje?
- Hay muchas pequeñas cosas y todas interactúan entre sí. Por ejemplo, el oxígeno. Hemos realizado un proyecto de investigación en Dubái. En 162 aulas los profesores instalaron una pared llena de plantas. El número de alumnos con déficit de atención se redujo de forma drástica, en torno al 75%. Tenías a niños a los que se les daba medicación para ayudarles a concentrarse, pero no la necesitaron más. Lo que necesitaban era un aula mejor. También la luz y el aire. Si te fijas en las escuelas en Australia o en otras partes del mundo donde las temperaturas son muy altas, tienen las ventanas abiertas y el aire entra y sopla por todo el edificio. Puede ocurrir que un colegio se haya gastado mucho dinero en aire acondicionado, pero el aire es demasiado seco. Y la humedad es buena para el cerebro.

¿Qué impacto en el rendimiento tienen todos estos factores?
- Trabajo también en el ámbito deportivo, por ejemplo con el equipo olímpico británico de rugby, y lo que he aprendido de ellos es que todo importa. Fijémonos en la comida. Si fueras un corredor y te estuvieras preparando para correr los 5,000 metros, sabrías lo que tendrías que desayunar el día de la carrera, pero también la semana previa y el mes antes e incluso en los cuatro años anteriores. Cuando un alumno en el colegio se enfrenta a un examen importante, ¿qué ha tomado para desayunar? Es hora de que tratemos el aprendizaje como si fueran unos Juegos Olímpicos.


Ya es hora de que tratemos al aprendizaje como si fueran unos
Juegos Olímpicos.
Y preparar a nuestros alumnos con el mismo cuidado
con que se prepara a un atleta.

¿Se suelen tener en cuenta este tipo de cuestiones en el sistema educativo?
- No les prestamos atención. ¿Pero cómo puede ser que no lo hagamos? Mucha gente cree, por ejemplo, que es una locura llenar una clase con plantas. Pero sabemos que en un aula tradicional, con la puerta cerrada y 25 alumnos dentro, tras una hora y media la cantidad de CO2 en el aula, en términos de partes por millón, está por encima del nivel adecuado y perjudica la concentración. Recuerda cuando hacías exámenes en el colegio: los profesores tenían que levantarse y caminar por la clase para no quedarse dormidos. Y a ti te pasaba lo mismo, pero no era tu culpa. Era la clase. Con las puertas abiertas el aire circula, pero lo habitual es que las tengamos cerradas. Es muy difícil concentrarse en esas condiciones.

En este proyecto, la voz de los estudiantes ha tenido un peso muy importante, ¿por qué?
- Hace tres años les lanzamos una pregunta a alumnos de los colegios del grupo educativo al que pertenece la Universidad Camilo José Cela: ¿podrías mejorar tu aprendizaje? Les encargamos la tarea de averiguar qué habían hecho otros colegios. Contactaron por Skype con escuelas en Australia, Dinamarca, Inglaterra... y reflexionaron sobre qué ideas podían funcionar y cuáles eran una locura. Uno de los alumnos me dijo: “He ido a siete colegios diferentes y ésta es la primera vez que alguien me pregunta ¿cómo podemos mejorar?”. La diferencia en este proyecto es que no les pedimos su opinión, les pedimos que investiguen. Ahí es donde aparece la magia, cuando empiezan a entender cómo funciona su aprendizaje.

¿Infravaloramos a los estudiantes?
- Siempre. Y no puedo entender por qué no les escuchamos más. Hay una cosa que digo a menudo: si sorprendes a los niños con lo que esperas que hagan, ellos te asombrarán con lo que son capaces de hacer. Si te doy una tarea muy difícil, al principio no vas a saber hacerla, pero una semana después lo conseguirás. Debemos confiar en ellos, sorprenderles y retarles.

La tecnología es uno de los ejes del debate sobre cómo debe ser la educación del siglo XXI y en alguna ocasión usted ha dicho que la escuela desconfía de ella. ¿Cuál debe ser su papel?
- Creo que las escuelas tienen que aprender cómo utilizar la tecnología. Y hay diferentes dimensiones sobre este tema. Por un lado, a los profesores se les suele dar la tecnología para que hagan exactamente lo mismo que hacían antes. Y evaluamos a los alumnos también según lo que hacían antes, no según lo que pueden hacer con la tecnología ahora. No quiero decir que el conocimiento no importe, por supuesto que importa, pero ahora sabemos que la colaboración también es relevante. Si vas a buscar un trabajo, la primera pregunta que te harán es si sabes trabajar en equipo. La tecnología nos permite comunicarnos y trabajar conjuntamente. Además, la mayor parte de los trabajos se realizan online, por lo que en el colegio los estudiantes deberían estar trabajando también la mayor parte del tiempo online. Pero ocurre, por ejemplo, que algunas escuelas les prohíben incluso llevar los celulares a clase. Eso es una locura.

 

¿Y la segunda dimensión de la tecnología?
- Podemos utilizarla para medir el espacio del aprendizaje. El Internet de las cosas nos permite medir la temperatura, el nivel de CO2, la luz, la humedad, la contaminación... Podemos usar la tecnología para que sea una herramienta de aprendizaje y también para mejorarlo.

 
“Debemos preparar a los niños para lo inesperado,
no para enfrentarse a un examen
sin sorpresas”.
 Muchos profesores están inmersos en esta revolución tecnológica, pero hay también voces reticentes...
- Las computadoras son muy buenas haciendo ciertas tareas. Siguen reglas, repiten cosas, nunca duermen, trabajan mucho y no se distraen. Pero las personas son buenas en otros campos: ser curiosos, trabajar en equipo... Tenemos que educar a los alumnos para que sean buenos en todas aquellas cosas que las computadoras no pueden hacer. Si educamos para que los niños hagan lo mismo que una computadora, las máquinas les reemplazarán. Lo mismo pasa con los profesores. Tu mejor profesor en la escuela probablemente estaba un poco loco, seguro que le recuerdas porque estaba obsesionado con algo. Necesitamos que los profesores sean especiales. Y que sean capaces de dar clase de mil maneras.

La innovación, las metodologías y las herramientas centran buena parte del debate sobre la educación. Pero más allá de cómo educamos, ¿tenemos claro para qué lo hacemos?
- La respuesta conecta con la pregunta sobre el futuro. Si lo que esperamos es que nuestros hijos no sean mejores que nosotros, no vamos a ver progreso. Tenemos que retarles a que se enfrenten a lo inesperado. A problemas como el cambio climático, por ejemplo. Si un niño va a un examen esperando que no haya sorpresas y, al mismo tiempo, su profesor lo que piensa es que espera haberle preparado para cualquier cosa que pueda surgir... eso no les prepara para la vida.