Efecto de los elementos ambientales sobre el aprendizaje.
Stephen Heppell |
“Que los estudiantes no vean la ‘Formación Profesional’
como una opción válida, es un fracaso del sistema
educativo”.
Por
Bárbara Sánchez. Periodista.
(Entrevista)
- Trabajo también en el ámbito deportivo, por ejemplo con el equipo olímpico británico de rugby, y lo que he aprendido de ellos es que todo importa. Fijémonos en la comida. Si fueras un corredor y te estuvieras preparando para correr los 5,000 metros, sabrías lo que tendrías que desayunar el día de la carrera, pero también la semana previa y el mes antes e incluso en los cuatro años anteriores. Cuando un alumno en el colegio se enfrenta a un examen importante, ¿qué ha tomado para desayunar? Es hora de que tratemos el aprendizaje como si fueran unos Juegos Olímpicos.
Muchos
profesores están inmersos en esta revolución tecnológica, pero hay también
voces reticentes...
- Las computadoras son muy buenas
haciendo ciertas tareas. Siguen reglas, repiten cosas, nunca duermen, trabajan
mucho y no se distraen. Pero las personas son buenas en otros campos: ser
curiosos, trabajar en equipo... Tenemos que educar a los alumnos para que sean
buenos en todas aquellas cosas que las computadoras no pueden hacer. Si
educamos para que los niños hagan lo mismo que una computadora, las máquinas
les reemplazarán. Lo mismo pasa con los profesores. Tu mejor profesor en la
escuela probablemente estaba un poco loco, seguro que le recuerdas porque
estaba obsesionado con algo. Necesitamos que los profesores sean especiales. Y
que sean capaces de dar clase de mil maneras.
Se entiende por ‘Formación Profesional’ todos aquellos estudios y aprendizajes encaminados a la inserción, reinserción y actualización laboral, cuyo objetivo principal es aumentar y adecuar el conocimiento y las habilidades de los actuales y futuros trabajadores a lo largo de toda su vida.
Actualmente en la mayoría de países se le conoce como Educación y Formación Profesional.(Entrevista)
El experto en innovación educativa Stephen Heppell pone el foco prioritario en el efecto que los elementos ambientales, como la luz, el oxígeno y la temperatura, tienen sobre el aprendizaje.
Aula del futuro, en Querétaro- México |
Cuando Stephen Heppell (Chalfont St. Peter, Inglaterra, 1950) se enfrentó
a su primer día como profesor, no tenía ni idea sobre cómo dar una clase. Y así
se lo confesó a sus alumnos. Les hizo entonces una petición inusual: que
observaran a sus otros profesores y que cada día, antes de empezar, le contaran
algo que les hubiera llamado la atención sobre cómo daban sus clases. “Desde
entonces, siempre he escuchado a mis alumnos”, asegura Heppell, catedrático en
la Universidad de Bournemouth y experto en innovación educativa, quien ha asesorado
a gobiernos, empresas y colegios de todo el mundo.
Entre sus múltiples facetas, Heppell ha
dedicado buena parte de su carrera a investigar las condiciones ambientales
idóneas para el aprendizaje. La luz, el oxígeno y la temperatura, dice, son
factores determinantes a los que apenas se presta atención. El experto acaba de
plasmar todas esas investigaciones en dos nuevos espacios que ha diseñado en la
Universidad Camilo José Cela- España. En ella, dirige la Cátedra de Felipe
Segovia de la Innovación para el Aprendizaje, un proceso en el que han
colaborado los estudiantes para dar luz a un laboratorio y a una zona para
impartir clases que huye del diseño tradicional y apunta a lo que será el aula
del futuro.
Heppell se pasea entusiasmado por el
espacio, diáfano y flexible, que lo mismo sirve para dar una clase magistral
como para organizar una sesión de trabajo en grupo. Paredes de cristal, pintura
especial para reflejar la luz, temperatura entre 18 y 21 grados centígrados
para favorecer el rendimiento, sillas diseñadas para que la sangre fluya hacia
el cerebro... “Hay miles de detalles”, asegura el experto.
Han pasado casi tres décadas desde que
pisó su primera clase, pero el profesor mira al futuro de la educación con la
misma ilusión del primer día. “Creo que los próximos diez años van a ser los
más emocionantes hasta ahora”, augura con una sonrisa. “Y no podemos
perdérnoslos”.
¿Cómo podemos
preparar a los estudiantes para el futuro, si no tenemos ni la menor idea de
cómo será. Y el entorno y las necesidades, por ejemplo de las empresas, cambian
tan rápido?
- No es tan difícil ver el futuro si
observas con mucha atención a las personas. Cuando aparecieron los teléfonos
con cámara, cada vez que alguien tomaba una foto los demás se congregaban a su
alrededor para verla. Era obvio que, más adelante, iban a querer compartir sus
fotos con sus amigos. Así que si observamos ahora a las personas, ¿cómo se
presenta el futuro? Sabemos que pertenecer, ser miembro de algo, es muy
importante. Mucha gente está buscando cosas de las que puedan sentirse parte
activa. Y creo que aprender es algo de lo que todos nos sentimos parte, las
comunidades de personas que aprenden van a ser muy importantes. También el aprendizaje
a lo largo de toda la vida. Vamos a regresar a la universidad.
“El aprendizaje de por vida
es el futuro del trabajo y de la educación”.
¿Cuáles son las
condiciones óptimas que debe tener un espacio de aprendizaje?
- Hay muchas pequeñas cosas y todas
interactúan entre sí. Por ejemplo, el oxígeno. Hemos realizado un proyecto de
investigación en Dubái. En 162 aulas los profesores instalaron una pared llena
de plantas. El número de alumnos con déficit de atención se redujo de forma
drástica, en torno al 75%. Tenías a niños a los que se les daba medicación para
ayudarles a concentrarse, pero no la necesitaron más. Lo que necesitaban era un
aula mejor. También la luz y el aire. Si te fijas en las escuelas en Australia
o en otras partes del mundo donde las temperaturas son muy altas, tienen las
ventanas abiertas y el aire entra y sopla por todo el edificio. Puede ocurrir
que un colegio se haya gastado mucho dinero en aire acondicionado, pero el aire
es demasiado seco. Y la humedad es buena para el cerebro.- Trabajo también en el ámbito deportivo, por ejemplo con el equipo olímpico británico de rugby, y lo que he aprendido de ellos es que todo importa. Fijémonos en la comida. Si fueras un corredor y te estuvieras preparando para correr los 5,000 metros, sabrías lo que tendrías que desayunar el día de la carrera, pero también la semana previa y el mes antes e incluso en los cuatro años anteriores. Cuando un alumno en el colegio se enfrenta a un examen importante, ¿qué ha tomado para desayunar? Es hora de que tratemos el aprendizaje como si fueran unos Juegos Olímpicos.
Ya es hora de que tratemos al aprendizaje como si
fueran unos
Juegos Olímpicos.
Y preparar a nuestros alumnos con el mismo cuidado
con que se prepara a un atleta.
¿Se suelen tener
en cuenta este tipo de cuestiones en el sistema educativo?
- No les prestamos atención. ¿Pero cómo
puede ser que no lo hagamos? Mucha gente cree, por ejemplo, que es una locura
llenar una clase con plantas. Pero sabemos que en un aula tradicional, con la
puerta cerrada y 25 alumnos dentro, tras una hora y media la cantidad de CO2
en el aula, en términos de partes por millón, está por encima del nivel
adecuado y perjudica la concentración. Recuerda cuando hacías exámenes en el
colegio: los profesores tenían que levantarse y caminar por la clase para no
quedarse dormidos. Y a ti te pasaba lo mismo, pero no era tu culpa. Era la
clase. Con las puertas abiertas el aire circula, pero lo habitual es que las tengamos
cerradas. Es muy difícil concentrarse en esas condiciones.
En este
proyecto, la voz de los estudiantes ha tenido un peso muy importante, ¿por qué?
- Hace tres años les lanzamos una
pregunta a alumnos de los colegios del grupo educativo al que pertenece la Universidad
Camilo José Cela: ¿podrías mejorar tu aprendizaje? Les encargamos la tarea de
averiguar qué habían hecho otros colegios. Contactaron por Skype con escuelas
en Australia, Dinamarca, Inglaterra... y reflexionaron sobre qué ideas podían funcionar
y cuáles eran una locura. Uno de los alumnos me dijo: “He ido a siete colegios
diferentes y ésta es la primera vez que alguien me pregunta ¿cómo podemos
mejorar?”. La diferencia en este proyecto es que no les pedimos su opinión, les
pedimos que investiguen. Ahí es donde aparece la magia, cuando empiezan a
entender cómo funciona su aprendizaje.
¿Infravaloramos
a los estudiantes?
- Siempre. Y no puedo entender por qué
no les escuchamos más. Hay una cosa que digo a menudo: si sorprendes a los niños
con lo que esperas que hagan, ellos te asombrarán con lo que son capaces de
hacer. Si te doy una tarea muy difícil, al principio no vas a saber hacerla,
pero una semana después lo conseguirás. Debemos confiar en ellos, sorprenderles
y retarles.
La tecnología es
uno de los ejes del debate sobre cómo debe ser la educación del siglo XXI y en
alguna ocasión usted ha dicho que la escuela desconfía de ella. ¿Cuál debe ser
su papel?
- Creo que las escuelas tienen que
aprender cómo utilizar la tecnología. Y hay diferentes dimensiones sobre este
tema. Por un lado, a los profesores se les suele dar la tecnología para que
hagan exactamente lo mismo que hacían antes. Y evaluamos a los alumnos también
según lo que hacían antes, no según lo que pueden hacer con la tecnología
ahora. No quiero decir que el conocimiento no importe, por supuesto que
importa, pero ahora sabemos que la colaboración también es relevante. Si vas a
buscar un trabajo, la primera pregunta que te harán es si sabes trabajar en
equipo. La tecnología nos permite comunicarnos y trabajar conjuntamente.
Además, la mayor parte de los trabajos se realizan online, por lo que en el
colegio los estudiantes deberían estar trabajando también la mayor parte del
tiempo online. Pero ocurre, por ejemplo, que algunas escuelas les prohíben
incluso llevar los celulares a clase. Eso es una locura.
¿Y la segunda
dimensión de la tecnología?
- Podemos utilizarla para medir el
espacio del aprendizaje. El Internet de las cosas nos permite medir la
temperatura, el nivel de CO2, la luz, la humedad, la
contaminación... Podemos usar la tecnología para que sea una herramienta de
aprendizaje y también para mejorarlo.
“Debemos preparar a los niños para lo inesperado,
no para enfrentarse a un examen
sin sorpresas”.
La innovación,
las metodologías y las herramientas centran buena parte del debate sobre la educación.
Pero más allá de cómo educamos, ¿tenemos claro para qué lo hacemos?
- La respuesta conecta con la pregunta
sobre el futuro. Si lo que esperamos es que nuestros hijos no sean mejores que
nosotros, no vamos a ver progreso. Tenemos que retarles a que se enfrenten a lo
inesperado. A problemas como el cambio climático, por ejemplo. Si un niño va a
un examen esperando que no haya sorpresas y, al mismo tiempo, su profesor lo
que piensa es que espera haberle preparado para cualquier cosa que pueda surgir...
eso no les prepara para la vida.
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