“El TLC es una
de las causas del estancamiento de México”.
Periodista
El Investigador de El Colegio de México, economista
José Antonio Romero Tellaeche, defiende la planificación económica, pero “sin
sustituir al mercado”. Y arremete contra el TLC y la falta de planificación en…
José Antonio Romero Tellaeche (Ciudad de México, 1950) rema a
contracorriente. En el México de los tratados comerciales
(12, con casi medio centenar de países), que en abril último selló la puesta en
marcha de un ambicioso acuerdo con el resto de
la cuenca del Pacífico y acordó la
actualización de su pacto de libre cambio, y apura los plazos para firmar una
nueva versión del Tratado de Libre Comercio de América
del Norte (TLC, que le une desde 1994 a Estados Unidos y Canadá), el hasta principios
de este año director del Centro de Estudios Económicos de El
Colegio de México carga contra el mayor acuerdo comercial del planeta
(el TLC), defiende el modelo del Estado desarrollador y carga contra
las doctrinas económicas establecidas.
Tiempo para el
debate
Su último libro —Corea y México, dos estrategias de
crecimiento con resultados dispares, El Colegio de México 2018—, coescrito con
el también economista Julen Berasaluce, compara el diferencial de crecimiento
de México y el de Corea del Sur en las tres
últimas décadas: mientras que el primero —en origen, más rico— ha registrado un
crecimiento del ingreso por habitante solo ligeramente superior al 0.7% en este
periodo de 30 años, el país asiático ha logrado dar un salto exponencial de
desarrollo, hasta el punto de haber logrado acceder al selecto club de las 30
naciones con mayor renta per cápita del mundo.
Pregunta- ¿Por qué México crece por
debajo de su potencial?
Respuesta- Porque optó
por una estrategia fallida. Hubo dos errores: considerar que el libre comercio
iba a generar de por sí el crecimiento y pensar que, a través de la inversión
extranjera se iba a transferir tecnología a México y eso iba a hacer más
productivos a los mexicanos, cosa que no sucedió. La crisis de la deuda de los
años 80 supuso un cataclismo en un momento en el que el mundo entraba en la
etapa del neoliberalismo, y México fue uno de los primeros países que se
sometió al tratamiento del Fondo Monetario Internacional (FMI). Al mismo
tiempo, en EE UU el presidente Ronald Reagan, en algo
parecido a lo que sucede hoy con Donald Trump, veía un déficit estructural con
México y pidió que se desmantelaran todos los programas industriales mexicanos.
Ese fue el principio de la apertura comercial. Uno de los grandes mitos es que,
si uno tiene libre comercio, democracia y estado de derecho solito se va al
crecimiento. La historia nos ha demostrado que no.
México fue uno de los primeros países que se sometió
a los lineamientos del Fondo Monetario Internacional (FMI). Al mismo tiempo, el
presidente Ronald Reagan,
parecido a lo que sucede hoy con Donald Trump, vió un déficit estructural con México y pidió se
desmantelaran todos los programas industriales mexicanos: este fue el principio
de la apertura comercial. Uno de los grandes mitos es que, si uno tiene libre
comercio, democracia y estado de derecho solito se va al crecimiento. La
historia demuestra que no.
Pero las
exportaciones de México no han dejado de crecer desde aquella apertura al libre
comercio y la posterior firma del TLC.
- Sí, exporta mucho. Pero no son
empresas mexicanas: son empresas estadounidenses. El TLC fue precisamente para
atraer esas inversiones permitiendo a las compañías traer todos los insumos que
quisieran de EE. UU. y ensamblar en México. China
y Corea, en cambio, no basaron su crecimiento
en la inversión extranjera, sino en la nacional. Y cuando empezaron a admitir
inversión extranjera, la obligaron a asociarse con inversionistas nacionales.
De esa forma fueron aprendieron cómo se hacen las cosas.
¿Podría México
haber optado por la vía china o coreana?
- No estaba en el ADN de los economistas
que se fueron a estudiar a EE. UU. Tenían una visión de la economía neoclásica, que ve al
individuo en sí mismo y no al individuo como parte de una sociedad en la que lo
que importa es el bienestar de la sociedad en su conjunto y el crecimiento de
la nación. Ellos veían solo por la apertura de los mercados y porque los
productos fueran baratos. No pensaban en el largo plazo, sino únicamente en que
el libre comercio es lo mejor, dando por hecho que el TLC es bueno para México.
Ya no se cree en la retórica que hemos escuchado durante
30 años, que especializarnos en nuestras ventajas comparativas es lo mejor y que
cualquier intervención del Estado en la economía sea perjudicial.
¿Y Ud. cree que
es positivo?
- No. Es una de las causas del
estancamiento, porque a la inversión extranjera no se le pidieron ni requisitos
de exportación, ni de contenido nacional, ni de asociarse con mexicanos.
Ninguno. Y se les dio el mismo tratamiento que a un inversionista mexicano. Ahora
subsidiamos, por ejemplo, investigación que luego es patentada en otras partes
del mundo. Es de locos. La industria nacional prácticamente ha desaparecido:
toda está en manos extranjeras. La única razón de ser es exportar al mercado
estadounidense.
Es una de las causas del estancamiento, porque a la
inversión extranjera no se le pidieron ni requisitos de exportación, ni de
contenido nacional, ni de asociarse con mexicanos. Ninguno. Se les dio el mismo
tratamiento que a un inversionista mexicano. Y ahora sí, se exporta mucho. Pero
no son empresas mexicanas: son empresas estadounidenses.
¿Hay forma de
renegociar el TLC en positivo para México?
- No. EE UU tendría que aceptar
restricciones a la inversión extranjera directa en México, tanto la suya como
la europea o japonesa. Que para poder entrar a México tengan que comprometerse
a enseñar a los mexicanos. Que haya transferencia tecnológica. No sabemos hacer
nada: somos, supuestamente, una potencia y no sabemos ni fabricar los vagones
del metro. Eso refleja que no hay ninguna transferencia de tecnología.
¿No teme la
ruptura, entonces?
- Estamos en un momento de quiebre: este
modelo está en sus últimos estertores, no solo en México, sino también en EE.
UU. y en Europa. Cuando son ganadores, todos los países defienden el libre
comercio: sucedió en Inglaterra en su momento y en EE. UU., después. Pero ahora
se ven acorralados por China y empiezan a replegarse con proteccionismo
selectivo, reindustrialización, etc. En eso debería pensar también México.
Hay que planificar la economía sin sustituir al
mercado: lo que importan son las economías de escala. Y cuando se tiene éxito,
ya puedes entrar al libre mercado porque ya eres desarrollado.
¿Va a
contracorriente, también, con esta defensa cerrada del modelo de Estado
desarrollador?
- Es la mejor estrategia para alcanzar a
los líderes en poco tiempo. Son muchos casos: Corea, Alemania, Japón, China…
Pero lo hicieron
en otra época, en un mundo mucho menos globalizado. Hoy la competencia entre
empresas y entre países es feroz…
- La crítica habitual es que eso se pudo
hacer antes, pero ya no. No es cierto: está el caso de Vietnam, un país de 100
millones de habitantes, más atrasado que México y que está siguiendo esta
estrategia. Más de lo mismo ya no da: en 1950, México ocupaba el puesto 37 mundial
en ingreso per cápita. En 1982, a pesar de lo que crecimos, ya estábamos en el
lugar 41, porque otros países crecieron más rápido. En 2015 ya estábamos en el
78. El verdadero desarrollo llegó hasta 1970, luego vinieron los presidentes Luis Echeverría y José López Portillo y aunque la
economía siguió creciendo, ya fue artificialmente. Después, el liberalismo no
funcionó. El panorama para toda América Latina es muy desolador si seguimos con
el mismo patrón.
Hay un 60% de informalidad. Y, ¿cómo ocupamos esta
mano de obra? Hasta ahora la respuesta ha consistido en planes de solidaridad:
darles paliativos hasta que se mueran.
Muchos
economistas tacharían esas ideas de antiguas y nacionalistas…
- Los economistas neoclásicos parten de
que hay pleno empleo y de que hay que ocupar los recursos escasos en las
mejores actividades. En México no se dan esos supuestos. La crítica es que
tenemos una oferta ilimitada de mano de obra que no está empleada o está en el
subempleo. Hay un 60% de informalidad, así que no estamos hablando de lo mismo.
Y, ¿cómo ocupamos esa mano de obra? Hasta ahora la respuesta ha consistido en
planes de solidaridad: darles paliativos hasta que se mueran. Quienes reciben
buenos ingresos están felices, pero para la mayoría hay escasez de ingresos y
el ingreso medio por habitante está rezagado. Ya no se cree en la retórica que
hemos escuchado durante 30 años, que especializándonos en nuestras ventajas
comparativas es lo mejor y que cualquier intervención del Estado en la economía
sea perjudicial.
¿A qué achaca
ese rechazo a la presencia del Estado?
- El desprestigio del Estado es
completamente ideológico. No se concibe ni siquiera el concepto de política
industrial. Es la ideología dominante y ha hecho mucho daño. Creo que hay que
planificar la economía sin sustituir al mercado: lo que importan son las
economías de escala. Y cuando se tiene éxito, ya puedes entrar al libre mercado
porque ya eres desarrollado.
¿Está México a
tiempo de optar por ese modelo?
- Siempre se está a tiempo. China pudo
haberlo aplicado 100 años antes, pero cuando lo hizo tuvo éxito. Igual
Alemania. Perdimos 30 años, pero en algún momento hay que iniciar.
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