lunes, 9 de julio de 2018


¿Qué es el aprendizaje inverso?


 
Vicerrector de Innovación y Desarrollo Educativo- Universidad de La Rioja, Profesor de Métodos de Investigación y Diagnóstico en Educación y Doctor en Ciencias de la Educación y en Ciencias Biológicas, Javier Tourón:

“Hace unas pocas fechas, en la página en la que trabajo con otros autores, theflippedclassroom.esRaúl SantiagoDoctor en Educación y Profesor en la Universidad de La Rioja (España), publicó en inglés el manifiesto sobre la enseñanza inversa o flipped classroom que se había publicado en 2011 en el Daily Riff. Como dice cosas muy interesantes, he decidido traducirlo al español. Tiene una relación tan evidente con el desarrollo del talento, que añadiré algunos comentarios al final”.

 
Internet, las tabletas, los móviles y en general las TIC’s son solo la llave para abrir la puerta de una revolución mucho mayor: cambiar la forma de enseñar el mundo, tanto a los niños de tres años como a los adolescentes que llegan a la universidad. De modo que todos, a su nivel y según su capacidad, sean los verdaderos protagonistas de su aprendizaje. La enseñanza inversa o aula invertida no es una moda pasajera, sino una filosofía de enseñanza que ha llegado para quedarse.

Si un cirujano de hace cien años entrase hoy en un quirófano, probablemente no sabría cómo conducirse, desconocería buena parte del instrumental e ignoraría el uso de la tecnología que contiene hoy una sala de operaciones. En cambio, si un profesor de hace cien años entrase en una de nuestras aulas, probablemente no tendría problema alguno para “dar la clase”.

Enseñanza inmóvil
Y es que pocas actividades han permanecido tan iguales a sí mismas como la enseñanza. Una escuela de hoy difiere poco de una de ayer. Sin embargo, el mundo ha cambiado de manera radical. Ya no es posible aprender como antaño, pero no porque los conocimientos sean más amplios o incluso distintos. Eso, siendo mucho, sería poco. Lo que ha cambiado de manera radical son las necesidades del aprendizaje. Hay que reconocer que la escuela -la universidad también- son muy resistentes al cambio. No porque no progrese el conocimiento, sino porque no progresan los modos de trasmitirlo, no progresan los responsables de esta acción.

Ya señaló John Dewey, hace casi cien años, “si enseñamos a los alumnos de hoy como lo hicimos con los de ayer, les robaremos el mañana”.

Metodología didáctica expositiva
Veamos un instante la universidad. En lo esencial, ¿en qué se diferencia una “lectio” de hoy de una “lectio” propia de las escuelas monacales y catedralicias? Hace unos años decíamos: “Parece como si no se hubiese inventado la imprenta”. Hoy diríamos al contemplar las clases de cualquier nivel educativo: “Es como si no hubiésemos descubierto la realidad digital y la sociedad conceptual”.

Claro, nadie negaría el progreso del conocimiento, pero si eso es así, ¿por qué no cambia el modo de transmitirlo? Las necesidades han cambiado. Ahora el alumno debe ser capaz de asumir el protagonismo que la metodología didáctica expositiva le roba. Claro que la exposición es necesaria, útil y eficiente, pero no el único medio para que el alumno se erija en sujeto agente y deje de ser sujeto paciente.

La realidad
 
¿Qué pasa cuando un profesor habla en clase? Un estudio relativamente reciente de la Universidad de Columbia (Estados Unidos) dibuja la siguiente realidad: “un profesor expone a una velocidad de entre cien y doscientas palabras por minuto. De ellas, el alumno capta aproximadamente la mitad. La retención de los estudiantes durante los 10 primeros minutos de la lección, es del 70%. En los 10 últimos minutos, solo del 20%. Peor aún: en una clase típica los estudiantes atienden el 40% del tiempo.

La cuestión de fondo es que, en el escenario actual, el alumno va a clase “a ver qué le dicen”, a tomar unas notas… y a aclarar -eso sí- qué entra y qué no en el examen. Alguien con cierta acritud dijo en una ocasión que “una lección magistral es un procedimiento por el que lo que está en los papeles del profesor pasa a los papeles del alumno, sin haber pasado por la cabeza del uno ni la del otro”.

Sacar al alumno del anonimato
Exageraciones aparte, un esquema didáctico basado en la exposición refleja una concepción de la escuela o la universidad como ámbitos de enseñanza donde el profesor es el gran protagonista, pero si la metodología es diversa y se centra en la acción del alumno, si lo rescata y lo pone en primer plano, se logrará su implicación personal a través de la acción.

Este es uno de los retos de la educación moderna, más allá de la profusión de medios digitales, como a veces puerilmente se piensa. “Para saber lo que queremos hacer, tenemos que hacer lo que queremos saber”, podríamos decir recordando esta máxima del estagirita (Estagira, antigua ciudad de Macedonia, patria de Aristóteles).

El alumno debe pasar de espectador a protagonista, de sujeto paciente a sujeto agente. La implantación decidida y la integración cabal de la tecnología -particularmente la digital- pueden hacer posible esta aparente utopía. No porque facilitan un acceso rápido y sencillo a la información -esto, siendo mucho, sería poco-. La importancia de las tecnologías reside en dos aspectos básicos: 1- La función diferente que adquieren profesor y alumno en el proceso de enseñanza-aprendizaje, que les permite un desarrollo de capacidades diversas, tanto para unos como para otros. 2- En que el tratamiento de la información ya no es lineal.

Por eso, la clave ahora es una educación que fomente hábitos intelectuales, en lugar de la mera transmisión de conocimientos.

Lo importante no es lo sabido, sino el saber. Como señaló hace más de veinte años el rector de la Universidad de Navarra, Alejandro Llano, en el discurso de apertura del curso 1994: “Lo descriptivo cederá la primera posición a lo metodológico. Lo formativo tendrá mayor relevancia que lo informativo. El objetivo focal será una intensa y amplia preparación intelectual: aprender a pensar con rigor, hondura y creatividad”.

 
 
La educación de excelencia, fomenta hábitos intelectuales y no es solo transmisión de conocimientos.

 
 
Aula Invertida(en inglés: Flipped Classroom) queda actualmente así: “El Flipped Learning es un enfoque pedagógico en el que la instrucción directa se mueve desde el espacio de aprendizaje colectivo hacia el espacio de aprendizaje individual, y el espacio resultante se transforma en un ambiente de aprendizaje dinámico e interactivo en el que el educador guía a los estudiantes a medida que se aplican los conceptos y puede participar creativamente en la materia

"La clase invertida supone un desplazamiento intencional del contenido que ayuda a que los alumnos vuelvan a ser el centro del aprendizaje, en lugar de un producto de la escolarización"

El manifiesto de la clase inversa
¿Que implica la inversión (flip)?
"Flip" es un verbo. En un aula “flipped” estamos transfiriendo activamente la responsabilidad y la propiedad del aprendizaje del profesor a los alumnos. Cuando los estudiantes tienen el control sobre la forma en la que aprenden el contenido, el ritmo de su aprendizaje y cómo éste se evalúa, el aprendizaje les pertenece. Los profesores se convierten en guías para facilitar la comprensión, más que en los dispensadores de hechos y los estudiantes se conviertan en aprendices activos, en lugar de receptores de información.

En segundo lugar, estamos desplazando el proceso de instrucción y utilizando la tecnología para derivar la instrucción directa cuando es oportuno. La instrucción directa (o clase) sigue siendo una herramienta valiosa para los profesores en algunos casos. (Con este enfoque) en lugar de depender de la clase, simplemente la utilizamos cuando nos ayuda para conseguir un objetivo de aprendizaje.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario