Tirso Suárez-Núñez.* |
“Los investigadores creen, ingenuamente,
que se les darán las gracias por revelar hechos desagradables”.
B. Czarniawska
Estudios históricos revelan que, con alguna frecuencia, los líderes logran cambios en sus organizaciones y comunidades que originalmente no se proponían. A veces el caprichoso azar influye y lleva la acción por caminos desconocidos para, finalmente, lograr cosas que no se corresponden con las intentadas. A los dirigentes les cuesta trabajo reconocer esta situación, porque pone en entredicho sus capacidades de anticipación y control sobre las personas y las cosas, de manera que terminan declarando que lo logrado era parte del plan, volviendo difícil descubrir y ventilar este tipo de situaciones.
Al respecto, Albert O. Hirschman (Las pasiones y los intereses, Princeton University-1977), descubre que el capitalismo surge en el siglo XVIII de manera no buscada, cuando los señores feudales trataban de desalentar las conductas apasionadas de la gente -enfrentamientos por motivos amorosos o religiosos- e impulsan lo que antes era condenado como usura: la conducta interesada, es decir, el reino de los intereses sobre las pasiones, abriendo cauce al comercio en vez de la guerra y al mercado como el mecanismo para conciliar de manera abierta, transparente y eficiente, los intereses encontrados, expresados como oferta vs demanda, precio de compra vs precio de venta, el más apto vs el más simpático, etc. La competencia genera una especie de conflicto moderado, que la mayor parte de las veces no es destructivo.
El capitalismo se expandió y se arraigó a tal grado en nuestros hábitos, que muchas veces se le acusa de inhumano, por ejemplo cuando las empresas farmacéuticas quieren cobrar el mismo precio de sus fármacos, sin considerar las condiciones de pobreza extrema de los países africanos. Pero, también aún, quedan resquicios y espacios no cubiertos por el mercado, sea porque las pasiones no se reprimen o porque los intereses en juego se ocultan, por ejemplo, cuando las personas son juez y parte y asignan contratos o brindan servicios en detrimento del interés público, como el caso del sector energético nacional y el Secretario del ramo que al mismo tiempo es empresario, o los legisladores que litigan y promueven crear empresas, cuando están en funciones y aprovechan su posición privilegiada.
Casos menos visibles, pero no menos importantes son: la nominación de contralores por los mismos secretarios a quienes supuestamente deben vigilar o los rectores y secretarios de partidos políticos o de sindicatos, cuya convocatoria de reelección firman permaneciendo en funciones mientras dura el proceso. En estos casos los intereses se confunden con las pasiones, giro inesperado del capitalismo que Hirschman no alcanzó prever.
*Doctor en Estudios Organizacionales. Porfesor-investigador/UADY. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores
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