miércoles, 11 de noviembre de 2015

ACERCA DEL SINODO DE OBISPOS SOBRE LA FAMILIA  
¡Bienvenidos al campo de batalla!


Uno de vez en cuando se aísla del mundanal ruido en un archipiélago que el lector tiene aquí cerquita. Yo confiteor que no suelo ser lector habitual del New York Times, que el Padre Zulhsdorf tiene a bien llamar Hell’s bible (la biblia del infierno), por tanto no conocía las óptimas columnas que redactaba Ross Douthat, quien poco menos se ha ganado la enemistad de la progresía eclesial estadounidense. Solo por eso ya merece atención. Pero hay más…
Resulta que se acaba de acabar el Sínodo sobre la Familia. Sínodo que Mister Douhat ha seguido, denunciado y comentado en todo momento. Pues bien. Un día se encuentra una carta, firmada por docenas de personalidades eclesiales norteamericanas, muchos de ellos académicos, pidiendo su cabeza. Esta es su respuesta y creo que puedo sumarme sin pestañear a todo lo dicho por él. Good reading. (Miguel Vinuesa- Periodista español)


Ross Douthat


CARTA A LA ACADEMIA CATOLICA
¡Mis queridos profesores!
 – (Publicación original del New York Times).

Leo con interés su muy difundida carta a mis editores esta semana, en la que  objetaba a mi cobertura de controversias Católicas, se quejaban de que estaba haciendo acusaciones infundadas de herejía (¡tanto “sutiles” como “abiertas”!) y deplorado la disposición de este periódico para dejar opinar en debates intraeclesiales a alguien sin formación teológica, a alguien que no tiene formación en la misma. Me han impresionado mucho las docenas de nombres académicos que han firmado la carta en la web Daily Theology, y en instituciones distinguidas (Georgetown, Boston College, Villanova) representada en la lista.
Tengo un gran respeto por su vocación. Déjenme explicar la mía.

Un columnista tiene dos tareas: explicar y provocar. La primera requiere dar a los lectores un sentido de lo que se juega en determinada controversia, y por qué debería tomarse un momento de su atención fragmentada. La segunda demanda una toma de posición clara en dicha controversia, para mejor dibujar los sentimientos (solidaridad, estimulación, rabia ciega) que convence al lector para leer, volver y volver a suscribirse.

Espero que podamos estar de acuerdo en que las controversias actuales en la Iglesia demandan a gritos una explicación. Y no solo para los católicos: el mundo está fascinado -como debería- por los esfuerzos del Papa Francisco para redibujar nuestra Iglesia. Pero los principales partidos en las controversias de la Iglesia tienen incentivos para rebajar el tono de lo que se juega. Los Conservadores no quieren admitir que este cambio disruptor pueda incluso ser posible. Los progresistas no quieren admitir que el Papa pueda estar llevando a la Iglesia a una crisis.

Así que en mis columnas, he intentado esclarecer esas ofuscaciones hacia lo que parece una verdad básica. Hay una división muy arriesgada, en los niveles más altos de la Iglesia, sobre si admitir a la comunión a los divorciados vueltos a casar y lo que ese cambio significaría. En esta división, el Papa claramente se inclina hacia una visión liberalizadora y ha maniobrado consistentemente para avanzar en esa dirección. En el reciente sínodo, ha recibido un modesto, pero significativo, revés por parte de los conservadores.

En primer lugar, porque si la Iglesia readmite a los vueltos a casar a la comunión, –mientras se instituye un proceso más rápido, sin culpas, para obtener una anulación, como se supone que haga el Papa-, la antigua enseñanza Católica de que el matrimonio es “indisoluble” se vaciaría de contenido.

En segundo lugar, porque cambiar las enseñanzas de la Iglesia sobre el matrimonio de esta manera significaría deshacer el conjunto de la visión Católica de la sexualidad, el pecado y los sacramentos –rompiendo la relación entre confesión y comunión, haciendo que el amancebamiento, las uniones del mismo sexo y la poligamia sean perfectamente aceptables para la Iglesia.

Ahora bien, esta es meramente la opinión de un columnista. Así que he escuchado atentamente lo que los teólogos acreditados han dicho sobre la liberalización. Lo que he oído son tres puntos clave. El primero es que estos cambios son “pastorales”, no “doctrinales”, y que mientras la Iglesia diga que el matrimonio es indisoluble, no pasa nada grave.
Pero esto es como decir que China no ha tenido una revolución de mercado porque sigue siendo gobernada por quienes se definen como marxistas. No: en política como en religión, una doctrina vaciada en la práctica está vacía del todo. Diga lo que diga la retórica oficial.
Cuando se comenta esto, los reformadores giran en torno a la idea de que, tal vez, los cambios propuestos son, efectivamente, doctrinales, pero que no todas las doctrinas son igual de importantes, y que de todas maneras, la doctrina Católica ha evolucionado con el tiempo.

Se supone que el desarrollo doctrinal profundice en las enseñanzas de la Iglesia, mas no revertirlas o contradecirlas. Esta distinción da pie a muchas áreas grises, de hecho. Pero borrar las palabras del mismo Jesús, en el no-exactamente menor tema de los matrimonios y la sexualidad, ciertamente parece un retroceso importante en vez de un cambio orgánico que profundice la doctrina.

En ese momento llegamos a un tercer argumento, que aparece en su carta: no comprendes, no eres un teólogo. Claro que no. Pero tampoco se supone que el catolicismo sea una religión esotérica, que sus enseñanzas solo sean accesibles a unos adeptos académicos. Y la impresión que deja este “blanco móvil”, me temo, es que algunos reformadores minimizan su posición real para ganarse a los conservadores gradualmente.
¿Cuál es esa posición real? Que cualquier cosa católica puede cambia con los tiempos y “desarrollar” doctrina solo significaría seguir a la Historia, sin que importe mucho el Nuevo Testamento que se deja atrás.

Como he dicho antes, la tarea del columnista es la de ser provocativo. Así que tengo que deciros, abiertamente y sin ser sutil, que esa visión parece una herejía sea cualquiera la definición razonable del término. Puede ser que los herejes de hoy sean profetas, la Iglesia será revolucionada, por supuesto, y mis objeciones serán enterradas con el resto del conservadurismo católico. Pero si eso ocurre, será después de una lucha dura, no por solo dulces palabras y académicos tirando de rango. Requerirá una amarga guerra civil.


Así que queridos profesores: bienvenidos al campo de batalla.

martes, 10 de noviembre de 2015

“La mayor tragedia del musulmán: 
haber renunciado a la razón”


 Wael Faoruq.

El intelectual musulmán egipcio critica la dependencia de la población mahometana de las fatuas*. 
* Fatua: respuesta de un muftí musulmán, a una consulta jurídica.

Para Wael Faoruq, el buen musulmán sería el musulmán ilustrado capaz de vivir el Corán sin depender de los dictámenes de los eruditos. Publicista mahometano de moda en Italia, el mensaje de este profesor de Lengua Arabe en universidades de El Cairo y Milán resulta audaz hasta que se topa con el fenómeno del yihadismo, que Farouq no se atreve a condenar por una suerte de coherencia intelectual. 
Farouq ha hablado de “Religión y violencia en la Europa del laicismo”, en una mesa redonda con Javier Prades, rector de la Facultad Eclesiástica de San Dámaso, en las recientes jornadas “Encuentro Madrid”.

¿Es exagerado decir que el cristianismo es hoy la religión más perseguida en el mundo?
-No, no es exagerado. En todo el mundo muchos cristianos están siendo asesinados solo por su fe y no por otras razones. No hay argumentos que justifiquen esas matanzas, ni económicos ni políticos. 

Los asesinatos más notorios se producen en Siria e Irak, aunque los últimos episodios más dramáticos se centraron en Nigeria y Kenia. ¿Cuál es la situación de los cristianos en su país, Egipto?
-El cristianismo en Egipto es parte de nuestra identidad porque existía mucho antes de que llegara el islam y es, además, la religión de un porcentaje significativo de la población. Antes de la revolución que acabó con Mubarak, la situación de los cristianos egipcios era extremadamente mala. La persecución se centraba en la discriminación: no se les permitía llegar a puestos importantes en el Estado. Podían practicar su fe, pero las limitaciones en su libertad política eran enormes. Esta discriminación -que explica su mínima presencia en el Gobierno y en el Ejército- es especialmente sorprendente si se tiene en cuenta que los cristianos pertenecen, por lo general, a la clase más rica y educada de Egipto. 

¿Hubo cambios con la llegada de los Hermanos Musulmanes al poder?
-La Hermandad es parte del antiguo régimen de Mubarak. Durante los años de la dictadura, los islamistas compartían el poder mediante un pacto tácito con la dictadura. Esta tenía el poder político y los Hermanos Musulmanes el poder social. Eso explica también las dificultades que siempre han tenido los cristianos para reformar o construir iglesias: formaba parte del pacto entre Mubarak y los fundamentalistas.

¿Ha mejorado la situación con el presidente Al Sisi?
-Creo que sí. El pasado mes de diciembre Al Sisi asistió a la Misa de Navidad copta en la catedral de El Cairo. Fue más que un gesto simbólico: era la primera vez en la historia del país que el líder asistía a una misa y daba carta de naturalidad a un hecho cada vez más normal en Egipto.

¿Es posible establecer un puente de diálogo con los islamistas radicales, en el caso egipcio con los salafistas y con los Hermanos Musulmanes?
-En mi opinión no es posible, porque esos grupos establecen su identidad por sus diferencias y su oposición a los que no piensan como ellos. Su credo consiste precisamente en negar el diálogo.

Pero ¿no es esa actitud intransigente ante otras religiones, algo que siempre ha defendido el islam?
-Eso no es cierto. Es solo uno más de los estereotipos que difunde la prensa en Occidente. Una cosa es el islam, y otra el islam político al que pretenden reducir nuestra religión los violentos. El islam político es pura ideología, y su único interés es alcanzar el poder. Por eso su propaganda consiste en ir siempre en contra de los demás, ya sea Occidente, los cristianos o los laicos. Necesitan crear un enemigo, sin él no podrían existir.

¿Por qué no reaccionan entonces las decenas de miles de líderes de las pequeñas comunidades musulmanas condenando los asesinatos de cristianos en las mezquitas? ¿Por qué no convocan protestas en las calles contra el terrorismo de los radicales?
-No defiendo a las autoridades religiosas del islam. De hecho el islam como religión no me interesa mucho, me interesan los musulmanes. Todas las religiones pueden ser a mi juicio manipuladas en favor de la violencia, pero ésa es una lectura artificial. El problema, y la solución, no consisten en condenar los ataques y la violencia o salir a las calles a protestar. El problema es de más calado, consiste en que durante siglos ningún musulmán ha podido hacer nada en el islam sin solicitar previamente una fatua, una opinión jurídica dictada por un erudito o un imán. Le pongo un ejemplo de la vida diaria. Alguien tiene un smartphone, un Iphone 6 digamos, con el que lee el Corán. Lo normal es que ese musulmán pida una opinión a su imán para saber si puede ir al cuarto de baño con el teléfono en el bolsillo, porque lleva dentro el libro sagrado. Esta renuncia de la razón, del esfuerzo personal, es en mi opinión la mayor tragedia del islam, y no el tipo de versión con el que nos enfrentamos o la existencia o no de protestas.

Es un lugar común entre muchos eruditos que el Corán desconfía de la razón humana...
-No es cierto. En el Corán hay centenares de versículos en los que se anima a las personas a usar la razón. La fe es otra cosa. Mi fe en el islam no condena la fe de los islamistas radicales, del mismo modo que su fe no condena la mía. El problema del islam no es la fe, sino la práctica, que ha estado condicionada por muchos factores, históricos, sociales o económicos.

En otras palabras, usted no coincide con el islam político ni tampoco con el islam violento, pero tampoco se considera capacitado para desacreditarles. ¿Son o no son musulmanes los yihadistas?
-No puedo afirmar ni lo uno ni lo otro.

¿Por qué?
-Porque si lo hiciera sería tal cual como ellos. Con frecuencia los islamistas me acusan de no ser musulmán. Pero es cierto que yo no puedo decir que mi islam es el verdadero islam. No tengo derecho a decirlo. Puedo afirmar que ésta es mi fe, pero no “la” fe del islam. Lo único que puedo hacer es juzgar con mi razón los hechos. Así que no espere de mí que venga con el consabido: “el islam es hermoso, pero lo que hacen los radicales pertenece solo a una minoría no representativa, que no corresponde al verdadero islam”. Ya basta de decir esas cosas, porque no son verdad. 

¿Cree que la violencia de los yihadistas se vería reducida si en el mundo musulmán existiese un cuerpo unificado de autoridades religiosas? Así podría establecer sin género de dudas que las prácticas terroristas de Al Qaeda, Estado Islámico o Boko Haram son contrarias al Corán. 

-Eso empeoraría mucho más el problema. Insisto en que el drama del islam consiste en la falta de ejercicio de la razón individual. Crear una suerte de “Papa musulmán” abocado a la tarea de emitir hermosas fatuas perpetuaría la dependencia de los musulmanes de los juicios de otros. (Agencias)

lunes, 9 de noviembre de 2015

OPINION- Lejos de ser una superpotencia

China se quedará en “potencia parcial”.




Emili J. Blasco, 
Periodista español, corresponsal en Washington.

China nunca llegará a gobernar el mundo o, por decirlo de otro modo, no alcanzará la posición dominante que ha tenido Estados Unidos en las últimas dos décadas. Es la conclusión del libro ‘China Goes Global’, cuyo subtítulo, ‘The Partial Power’, completa el mensaje. “En este libro”, escribe su autor, el sinólogo estadounidense David Shambaugh, “argumento que China tiene que recorrer un largo camino antes de que se convierta, si lo hace, en una verdadera potencia global, y nunca gobernará el mundo” (‘rule the world’). 

La obra es un completo análisis de la presencia de China en el mundo, que es “una huella crecientemente ancha, pero no particularmente profunda”. Repasa seis dimensiones de la emergencia global china -identidad, diplomacia, gobernanza, economía, cultura y seguridad- y concluye que China “está lejos de ser una superpotencia global como Estados Unidos”, que en esas dimensiones tiene “poder comprensivo e influencia global”. Con el tiempo puede ganar esos atributos, pero por ahora China permanece fundamentalmente como potencia parcial”, sentencia Shambaugh.

INTERES SOLO EN ELLA- Una de las razones esenciales por las que China “pega más bajo que su propio peso”, concluye Shambaugh con expresión pugilística, es su desinterés real por tener una influencia global, algo que entronca con la tradición histórica de un imperio concentrado en sí mismo, que se basta como civilización. “Es un actor internacional, pero no una potencia diplomática internacional”: parece más interesada en proteger sus propios intereses nacionales que en llevar a las otras naciones a una posición común. Esto podría responder a las consignas estratégicas dejadas por Deng Xiaoping -crecer calladamente-, pero Shambaugh considera que se trata de una característica permanente de los chinos. Para ellos la política exterior está al servicio de metas económicas y desarrollo nacional, lo que supone una habitual postura mercantilista. No es que otras potencias no se muevan también por criterios económicos, pero ningún país pone tanta absoluta prioridad en lograr oportunidades comerciales.

NI ALIADOS NI “SOFT POWER”- Entre la lista de motivos por los que el libro estima que China queda lejos de ser una superpotencia global están: es una potencia solitaria, sin amigos cercanos ni aliados; aunque es miembro de la mayoría de las organizaciones internacionales, es poco activo en ellas; con frecuencia hace saber sobre lo que está en contra, raramente sobre lo que está a favor; a menudo se queda a un lado o permanece pasiva cuando se abordan los retos de seguridad internacional o gobernanza global, con la excepción en lo que afecta a Taiwán, Tíbet, Xinjiang, derechos humanos y derechos marítimos reclamados; no se le ve intentando de modo positivo y activo resolver ningún problema global; tiene poco “soft power”, no es una nación que otras quieran emular; militarmente no es capaz de proyectar poder fuera de su vecindad asiática (fuera de sus misiles, programa espacial y capacidad de guerra cibernética).

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viernes, 6 de noviembre de 2015

COLUMNAS GOVA
Periodista: ése gran desconocido


Por su trascendencia y profundidad de contenidos, esta Columna cede su espacio a extractos de los discursos pronunciados por directivos del periódico español ABC en la ceremonias de clausura de su maestría en Periodismo, ofrecida en colaboración con la Universidad Complutence de Madrid (ABC-UCM).

Atilano González Villa


“El mayor enemigo del periodista, es él mismo. 
Cuidado con el egocentrismo”. 

En esta ceremonia tanto Bieito Rubido, director, como José María Carrascal, editorialista y periodista, ambos de ABC, exhortaron a la nueva hornada de informadores a trabajar con “humildad y sacrificio”, porque al lector “no le interesa la persona, sino el diagnóstico correcto de la realidad”.

El director de ABC, Bieito Rubido, clamó contra la “frustración y desmotivación” inveterada que sufren muchos periodistas por no llegar a ser “un gran columnista, el mejor presentador de televisión o director de un periódico”.  Y, azuzó a los 15 jóvenes graduados, de ambos lados del Atlántico: “Os quiero vacunar contra esto”, puesto que esta profesión “no supone convertirse en policías, fiscales o jueces”, ya que “un periodista así, acaba haciendo daño a la sociedad para la que dice trabajar, así como a la empresa para la que labora”. Y debe trabajar a sabiendas de que dejará muchas cenas perdidas, que sacrificará muchas horas de su vida, que agradecerá la paciencia de su familia cuando no asista a un evento por cubrir otro, y lo debe hacer siempre “con humildad y honestidad, honradez y constancia”. Entonces y solo entonces “sí habrá alcanzado el objetivo de ser un gran periodista”.  

Asimismo José María Carrascal, encumbrado columnista y periodista de ABC, les ha dicho: “Bienvenidos al club de los que acabaron los estudios, aunque estos tienen que prorrogarse para siempre. Afuera ruge un mundo, toda una jungla donde la lucha es mantenerse, donde uno debe esforzarse mucho para conseguir un puesto de trabajo y mantenerse en él. Así, les queda el camino, largo camino de labrarse su porvenir”. 

Y, con la mirada puesta en los estudiantes, les ha soltado “profesionalmente, el mundo que os espera está tan lleno de posibilidades como de obstáculos”. Pero los ha exhortado: “El mayor enemigo del periodista es él o ella mismo. ¡Mucho cuidado con el egocentrismo! Al lector no le interesa nuestra persona. Lo que le interesa, como cuando entra a un quirófano o una consulta es que el médico sepa diagnosticar lo que tiene, los problemas que suceden a su alrededor, la realidad. Cuanto menos aparezca el informador en lo que dice o escribe, mucho mejor. Os deseo suerte, pero la suerte también se la busca uno mismo”. 

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jueves, 5 de noviembre de 2015

Igualdad de género
Lo obvio que las feministas no quieren ver 



¿Igualdad de sexos? ¿La mujer igual al hombre? 
Entonces, el hombre igual a la mujer: hombre afeminado.

La quimérica igualdad de derechos entre hombres y mujeres, reclamada 
por movimientos feministas, es contraria a los propios intereses de la mujer.

“Recibimos una carta de la lectora Raquel, de la cual destacamos 
el siguiente tópico por juzgarlo de interés general”:
La vida, como está organizada actualmente, empuja a la mujer a trabajar fuera del hogar. Incluso, porque los maridos están desempleados o con ingreso insuficiente. Entretanto, la mujer no debería tener el mismo horario que los hombres ni el mismo tipo de trabajo. Pero no puede aceptarse la opinión de una madre de familia: “Deberíamos tener los mismos trabajos que los hombres pues, ¿no somos todos iguales?”. Y con brusquedad dijo: “Y no tengo hijos porque no tengo tiempo para cuidarlos”. Pero sí para viajar o para su perrito.

Estimada Sra. Raquel:
Concordamos en su apreciación de la lamentable opinión de su conocida, y preguntamos: ¿puede haber ocupación más noble y placentera, para una madre, que dedicarse a proteger y a educar a sus hijos, a preservar su inocencia y formarlos en la virtud? ¿Habrá tiempo mejor empleado?

Rudeza o delicadeza
“Pide el orden natural de las cosas que  todos los valores, particularmente los ricos en gracia y delicadeza, estén al servicio de la mujer, por constituir lo propio de su fragilidad, el adecuado medio para que en el alma femenina se expandan las más nobles cualidades de esposa, de madre y de hija. 
“Por eso, nada es más desagradable que una mujer dedicada a trabajos incompatibles con su delicada naturaleza: cargadora, mecánica, soldado…”.

La pseudo liberación de la mujer
“Si la mujer es  igual al hombre, éste es igual a la mujer. Así, el hombre afeminado es fruto de las mismas ideas igualitarias que han dado origen a la masculinización de la mujer. Señal de decadencia y corrupción de la familia y, por tanto, de la civilización”.

Plinio Correa de Oliveira:
Desgraciadamente la sociedad moderna no está organizada en función de los altos valores morales, pero sí de conceptos hedonistas (el placer, como finalidad de vida). Nace así la ambición desenfrenada de ganar dinero para “disfrutar” la vida. Y los hijos,  considerados un obstáculo que “roba” tiempo para dedicar a sí mismo, para gozar de la vida, etc.

Sociedad “anti-hijos”
Otros factores del S. XX, la urbanización y la industrialización, transformaron la institución familiar con la llamada “familia nuclear” (uno de los esposos y 1 o 2 hijos y “un perrito”). Algo muy diferente a la “familia patriarcal” (prole numerosa, muchos parientes, gran convivencia social, etc.). Desde abuelos o bisabuelos, hasta primos de diversas edades. 
La mujer permanecía en casa, con la noble y elevada misión de madre de familia, velando por los niños, inculcándoles las primeras nociones de la moral, la admiración por los actos destacados de los antepasados, al cuidado de todo lo doméstico. 
De paso, estamos conscientes que la vida organizada como hoy -o desorganizada-, muchas veces, debido a exigencias económicas, obliga a la mujer a trabajar fuera del hogar. Frecuentemente es más una víctima que autora de una situación que no le gusta. 
Es necesario añadir que debería ser una labor suave, que diese a la mujer las condiciones de ejercerla sin extenuarse, que le proporcionase tiempo, también, para cuidar del hogar y desvelarse por la prole, que no se le exigiese ausentarse todo el día, que no la obligue a llegar a su casa agotada, de tal modo que no pueda dar la debida atención a sus hijos. 

(El Puente y agencias)

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miércoles, 4 de noviembre de 2015

“DESARROLLO CON DEMOCRACIA” 



Entrevista con Amartya Sen, Premio Nobel de Economía. 

El Premio Nobel de Economía 1998 habló con el periodista nicaragüense Carlos Fernando Chamorro sobre democracia, crecimiento económico, pobreza y derechos ciudadanos. “Las empresas estatales solo pueden funcionar bien con una estricta rendición de cuentas, el crecimiento económico no siempre es sinónimo de beneficios para la mayoría de la población, para un desarrollo humano sostenible se requiere un sistema democrático y hay que evitar que el dominio de una visión estrecha, en busca de ventajas económicas y réditos, no sacrifique los intereses del público en general”, dice con gran convicción.
Recibió el Nobel de Economía por sus aportes a la teoría de la “elección social”. Se le considera inventor del concepto “capacidad”, para evaluar las posibilidades de ejercer la libertad que tienen los individuos. Actualmente enseña en Harvard.

Profesor Sen, ¿en qué se diferencia desarrollo humano de lo que conocemos como crecimiento económico?
- Tradicionalmente, el crecimiento económico se ve en términos de la expansión del ingreso nacional, el producto bruto total del país o alguna otra medida del ingreso. El desarrollo humano difiere de eso en dos maneras. No se preocupa tanto por los productos y bienes que se poseen, sino por el tipo de vida que tienen las personas. Cuánto tiempo vive, qué tan bien viven, si son pobres, analfabetos, ese tipo de cosas. Toma en cuenta los ingresos, pero como uno de muchos factores. Y se preocupa no sólo por los valores agregados de una nación, sino en cómo esos agregados se reflejan en la vida de los individuos. No se puede capturar todo eso en una cifra, pero el desarrollo humano es un esfuerzo (de medición) en esa dirección.

¿Qué clase de relación existe entre desarrollo humano y tipo de gobierno o instituciones políticas? Por ejemplo, ¿se requieren instituciones democráticas o se puede lograr bajo un régimen autoritario?
- Depende de cuán amplia sea la definición de desarrollo humano. Si se incluye la habilidad para vivir la vida que quiera llevar, sin las restricciones de pobreza o factores circunstanciales como epidemias, hambrunas o un gobierno autoritario, entonces, tener una sociedad democrática es un requisito del desarrollo humano. Pero no es el único. Hay otros, no diría más importantes, pero sí diferentes: como expectativa de vida, cuán libre de enfermedades estás, si has logrado superar la desnutrición, cuán educado eres, qué oportunidades has tenido. Estas cosas a veces florecen bastante bien en sociedades no democráticas. Es el caso de China, a la cual le ha ido muy bien. El índice de Desarrollo Humano se utiliza mucho desde los noventa y tiende a concentrarse más en temas económicos, tangibles, medibles. Por eso se enfoca en expectativas de vida, analfabetismo y educación. Y son cosas que la democracia no ha garantizado. No porque no sean importantes, sino porque es difícil ponerlas en un índice. Hay que tener en cuenta que estas cosas pueden tenerse aún sin democracia, pero para ser sostenibles necesitan un sistema democrático. Sin democracia, un país puede convertirse en Corea del Sur, con muy buen índice de Desarrollo Humano. O en Corea del Norte, con pésimo índice de Desarrollo Humano. Creo que la democracia es importante por sí misma. Y también porque garantiza al ser humano escoger en qué tipo de sociedad quiere vivir.

Usted ha investigado de manera exhaustiva sobre la importancia de la libertad de prensa, la transparencia y el debate público para prevenir hambrunas. ¿Cómo funciona esa relación?
- La hambruna es fácil de prevenirse. Es absolutamente asombroso que ocurra, porque no es como el hambre común, que ocurre mucho en el mundo. Con el hambre la gente no tiene suficiente comida o no comida apropiada. Pero la hambruna es un estado extremo de hambre y está conectada con la movilización de personas de un lugar a otro en busca de comida, tratando de comer cualquier cosa, incluyendo basura. En esas situaciones, la gente muere de forma masiva. La India, de donde yo vengo, padeció muchas hambrunas. El imperio británico inició su dominio en 1770, con una gigantesca hambruna. Y terminó con otra gigantesca en 1947. Eran comunes, pero cesaron con la independencia. Fue fácil hacerlo, porque en una democracia independiente y multipartidaria, ningún gobierno se podría salir con la suya permitiendo una hambruna.
Simplemente, se acabaron. Por otro lado hay otro tipo de problemas, serios, pero no tan dramáticos y catastróficos como la hambruna, como es la desnutrición regular. En la India hay mucho de esto. Tenemos que trabajar mucho más para eliminar la desnutrición, el analfabetismo y la mala salud. Todo eso es prevenible, de la misma manera en que hemos lidiado con la hambruna.

Con frecuencia usted aboga por la necesidad de inversiones públicas masivas en políticas sociales, como salud y educación. ¿Es posible lograr esto sin caer en el clientelismo político?
- Sí, depende de cómo se haga. Creo que no hay nada tan importante como la rendición de cuentas, a la hora de producir estas cosas. En muchos países han fracasado. El debate entre Estado versus sector privado, se convierte en una especie de competencia entre sistemas con rendición de cuentas y sin rendición de cuentas. Si tienes rendición de cuentas, el sistema trabaja más, mejor, y es mucho más eficiente. Tienes que poder explicar por qué algo falla, cuál es el alcance de la corrupción, cuál es el precio del clientelismo, en qué forma se manifiesta y qué podemos hacer al respecto. Ciertamente que puede hacerse, pero no se hace automáticamente.

He leído una afirmación suya en la cual dice, en forma categórica, que el debate público es la fuente más importante de cambio social. ¿Por qué?
- El debate público hace que la gente entienda problemas difíciles o grandes problemas. Cuando no basta simplemente pensar, escuchar a otros discutir nos permite aprender. También nos permite decidir qué hacer, cuáles son nuestras prioridades, debemos recordar que el debate público enriquece mucho. Solo por dar un ejemplo, hace diez años se decía que India sería el foco más grande del SIDA. A diferencia de la desnutrición normal, que vergonzosamente continúa, lo del SIDA se convirtió en una alerta dramática, parecida a la que surgió sobre la hambruna. Se tomaron muchas acciones y cuando las acciones son demandadas por el público, en un gobierno democrático donde hay presión de la oposición, presión de los medios, entonces algo ocurre. Hay muchas maneras en las que la discusión pública es efectiva, para traducir un problema en reconocimiento y remedio. En segundo lugar, nos permite discutir qué se debe enfatizar.

Veamos ahora la otra cara de la moneda. ¿Cuáles serían las consecuencias en una sociedad en donde hay una tendencia a controlar la prensa, ya sea por el gobierno o por grupos privados, para imponer un monólogo oficial?
- Creo que es muy importante no suprimir información. Permitir libertad a los medios es importante para que la gente y el gobierno sepan qué está pasando y lo que la gente demanda. Es muy importante que la gente hable entre sí para decidir cuáles son sus prioridades. ¿Es una prioridad tener un criterio mecánico de crecimiento del PIB? ¿O es una prioridad la calidad de vida humana y cómo reducir la pobreza, en todas sus dimensiones diferentes? ¿Cómo pensamos sobre ello? Entonces, todas estas preguntas dependen mucho de discusiones públicas abiertas.

Usted ha escrito sobre la necesidad de una alianza entre el estado y el mercado, entre lo público y lo privado. ¿Bajo qué reglas?
No creo que el sector público y privado formen una alianza por sí mismos. Creo que la gente debe determinar cómo encajan en un patrón general. Digamos que estoy enfermo. Recibo medicina de un doctor, y decido que tipo de nutrición tener en base al conocimiento tradicional o el consejo de un nutricionista. No estamos ante una alianza entre nutricionistas y doctores. Estamos en una alianza entre mi persona, con doctores y nutricionistas. Entonces, igualmente para el pueblo, el sector público tiene un papel y el sector privado tiene otro papel. El sector privado, según la experiencia mundial, incluyendo la de China, con mucha frecuencia puede hacer mucho bien en términos de industria y particularmente de agricultura. Por otro lado, el sector privado en servicios de salud puede ser bastante desastroso, particularmente cuan-do hace que la salud sea demasiado cara para la gente. Con la educación pasa algo parecido. A veces, también incluso con la industria. Por eso es muy importante asegurarse que el dominio de una visión estrecha, en busca de ventajas económicas y réditos, no sacrifique los intereses del público en general. A través de la discusión pública debe decidirse el rol y el balance del estado, el del mercado, el del sector público y el del privado. En el centro de todo debe estar el interés de los seres humanos, la razón, y la sociedad. Creo que no debemos pensar en que lo público y lo privado se enfrenten como dos titanes. Lo que queremos es que la gente esté a cargo y con control.

Cuando usted lee noticias en los medios sobre un “boom” económico o progreso económico, ¿a qué le pone atención?
- Veo dos cosas: quién se beneficia y quién se queda a la zaga. También veo cuál es el fundamento del “boom”. Permítame regresar al ejemplo de India para ilustrarlo. India fue la segunda gran economía de crecimiento más rápido, creció a un 8-8.5% anual, pero una de las características era el impacto en los servicios públicos, aunque generaban ingresos, su impacto en educación y salud fue mucho menor de lo que podría haber ocurrido. Además que, con frecuencia, los pobres no estaban recibiendo una tajada del “boom”. En segundo lugar, debido a que el “boom” se basaba en fuerza de trabajo altamente calificada, en tecnología informática, en farmacéutica, en repuestos automotrices especializados, los que se beneficiaban eran los que habían ido a la escuela y tenían una buena educación técnica, aún cuando la mitad del país no tiene buena educación del todo. Un “boom” económico que no abarca al pueblo, que no crece en la gente, es muy frágil.

Usted se describe como un feminista. ¿Es optimista sobre el progreso de los derechos de la mujer?
- Sí, lo soy. Pero soy feminista siendo hombre, debo reconocerlo. Creo que por dos razones. Una es que los intereses de las mujeres han sido descuidados injustamente, por partida grande. Eso es aplicable a muchos países. Pero también en el contexto de la literatura feminista se discutieron muchas inequidades que fueron fáciles de entender por la gente, mucho más que otras como las de clase. Como resultado, mucha comprensión de los problemas de la desigualdad del capitalismo vino a través de la literatura feminista. Entonces, sí soy feminista. ¿Soy optimista? Sí. ¿Quisiera que avanzáramos más rápido? Sí. Pero avanzamos, estamos avanzando. 

¿Cómo describe usted su propia contribución como economista?
- Como el trabajo que hago con otros economistas para tratar de encontrar un poco más de sentido en el mundo, usando el razonamiento económico. Cada uno de nosotros aporta algo de comprensión, asociación, experiencia, e interactuamos. Soy muy feliz al interactuar con otros economistas. No voy por ahí avasallándolos. Me pidieron que fuera presidente de la Asociación de Economistas Norteamericanos y accedí. Fui electo presidente de la Sociedad Internacional de Econometristas. ¿Consideré esto como un halago? No, porque la econometría tiene que ver con las matemáticas en la economía y yo he estado muy interesado en eso. Yo no creo que el mundo en el que vivimos sea muy bueno todo el tiempo, ni para usted ni para el resto. Pero, ¿quiero influenciar a otros economistas para que piensen igual que yo en áreas en las que me siento muy competente? Sí, así es. Discuto sobre ello, sobre lo que pasa en la India. He escrito extensamente sobre por qué el euro se ha descarrilado, por qué la Unión Europea es una grandiosa idea, pero por qué la unión monetaria del euro fue un error. Soy un ciudadano indio viviendo y enseñado en Estados Unidos. No aporto conciencia, aporto razonamiento. Yo no creo tener más conciencia que otras personas. 
(Agencias)

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martes, 3 de noviembre de 2015

OPINION- Fraternidad de los pueblos

La diplomacia de la Santa Sede: al servicio de la paz.



Durante el reciente encuentro en La Habana entre el Papa Francisco y el presidente de Cuba, Raúl Castro, éste agradeció al Santo Padre la mediación diplomática de El Vaticano, que dio como resultado la normalización de relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Este artículo acerca al lector a la realidad de la diplomacia vaticana.

El cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado de El Vaticano, dictó una “Lectio Magistralis” en la Universidad Gregoriana de Roma durante el “Dies Academinus”, jornada anual de estudios dedicada a un tema que las diversas secciones del Ateneo analizan desde varios puntos de vista (teológico, filosófico, histórico, bienes culturales, derecho canónico, ciencias sociales, misiología, psicología, espiritualidad, etc.) El tema de este año es “La paz: don de Dios, responsabilidad humana, compromiso cristiano”. El título de la “Lectio Magistralis” (Conferencia Magistral) del cardenal Secretario de Estado ha sido “La actividad diplomática de la Santa Sede al servicio de la paz».

El cardenal Pietro Parolin explica las líneas principales de la diplomacia vaticana en la Universidad Gregoriana:
La acción diplomática de la Santa Sede no se contenta con observar los acontecimientos o evaluar su repercusión, ni puede ser solamente una voz crítica. Está llamada a actuar para facilitar la coexistencia y la convivencia entre las diversas naciones para promover la fraternidad entre los pueblos, allí donde el término fraternidad es sinónimo de colaboración fáctica, de cooperación verdadera, concorde y ordenada de una solidaridad estructurada en ventaja del bien común y del bien individual. Y el bien común, como sabemos, con la paz tiene más de un lazo.

La Santa Sede, en substancia, actúa en el escenario internacional, no para garantizar una seguridad genérica, que se ha hecho muy difícil en este período de inestabilidad perdurable, sino para sostener una idea de paz, fruto de relaciones justas, de respeto a las normas internacionales, de tutela a los derechos humanos fundamentales, empezando por los de los más vulnerables.

La diplomacia de la Santa Sede, tiene una clara función eclesial: sí es, ciertamente, el instrumento de comunión que une al Romano Pontífice con los Obispos que encabezan las iglesias locales o que permite garantizar la vida de las iglesias locales con respecto a las autoridades civiles, me atrevería a decir que es también el vehículo del sucesor de Pedro para llegar a las periferias, sea la de las realidades eclesiales o las de la familia humana. 

En el ámbito de la sociedad civil, la ausencia de la Santa Sede en los diversos contextos intergubernamentales ¿de cuántas orientaciones éticas priva a la cooperación, al desarme, a la lucha contra la pobreza, a la erradicación del hambre, a la cura de las enfermedades, a la alfabetización?

Además, a la diplomacia pontificia compete la tarea de trabajar en pro de la paz siguiendo los modos y las reglas que son propios de los sujetos de derecho internacional. Esto es, elaborando respuestas concretas en términos jurídicos para prevenir, resolver o regular conflictos y evitar su posible degeneración en la irracionalidad de la fuerza de las armas. 

Pero, observando el perfil sustancial, se trata de una acción que muestra cómo el fin perseguido es primaria-mente religioso, es decir, forma parte del ser verdaderos “artífices de paz” y no “artífices de guerras o, por lo menos, artífices de malentendidos”, como recuerda el Papa Francisco. (El Puente y agencias)

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lunes, 2 de noviembre de 2015

Cine
El límite: la ética de la mirada.



Julio R. Chico nos invita a reflexionar sobre la ética del cine de catástrofes. ¿Todo vale con tal de distraer? ¿Dónde deben estar los límites a la hora de reflejar el drama en la gran pantalla?

Hace unos días pude ver en el cine el tráiler de la película “San Andrés”. Es una cinta de catástrofes y acción trepidante al estilo de Hollywood, en torno a un terremoto producido en California, desde el desajuste de la falla de San Andrés. 
Esas imágenes me hicieron pensar si era ético mostrar esa trágica situación a unos espectadores cómodamente sentados en una butaca, tras los tristes sucesos de la reciente desgracia de Nepal. La espectacularidad y la épica, el sentido de superación y otros valores están asegurados, pero ¿podemos mirar ese sufrimiento de ficción mientras otro real está acabando con vidas de carne y hueso?
 Sabemos que este tipo de cine de entretenimiento sólo busca la evasión y la distracción, pero ¿a costa del dolor de tanta gente? ¿Es que hemos perdido la sensibilidad y el sentido de la oportunidad? Aunque el estreno estuviera previsto desde hace tiempo, aunque se alienten comportamientos heroicos y loables, ¿podemos mirar tranquilamente esas imágenes, sin reparar en realidades como la del país asiático u otras semejantes? 
Es cierto que, llevado el caso hasta el extremo, uno podría pensar que entonces apenas se podrían recoger historias dramáticas en el cine, pues en la vida son continuas las guerras, catástrofes, injusticias…, pero quizá haya un límite, y ahora no se trata de establecer normas absolutas y generales.

Por eso, pienso que se precisa una ética de la mirada y una nueva sensibilidad en la que no todo lo que produce dinero o adrenalina sea válido o correcto. La ley del mercado no es la única ni la principal, y la solidaridad comienza por un sentimiento de compasión que vaya acompañado de actos coherentes y libres de hipocresía. ¿Se estrenaría “San Andrés” -en el hipotético caso de que fuera posible, que no lo es- en Nepal? Quiero pensar que no. 

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