El precio de
seguir separando aprendizaje y memoria.
Publicado en El Confidencial.
Diario digital español.
Gerardo Castillo Ceballos
Profesor Emérito de
la Facultad de Educación y Psicología.Universidad de Navarra.
La memoria ha sido juzgada
históricamente según la ley del péndulo. Durante mucho tiempo fue subestimada
como factor de aprendizaje y solo en momentos puntuales fue valorada. Todavía sigue
siendo la cenicienta del cuento debido a algunos prejuicios proverbiales, el
principal: equiparar memoria y memorismo.
Para descubrir la importancia de la memoria bastaría
mencionar lo disfuncional que suele ser el olvido en cualquier edad. Una
viñeta humorística muestra la sorpresa de un hombre al ver a un amigo con el
rostro cubierto de vendajes. Entre ambos se produce el siguiente diálogo:
-¿Accidente?
-No, olvido de un aniversario.
Experiencia y memoria
Frente a quienes
separan artificiosamente aprendizaje y memoria debe subrayarse que entre esos
dos factores existe una estrecha relación, son como las dos caras de una misma
moneda. Aprender es un proceso mediante el cual obtenemos información que es
procesada y almacenada por la memoria, para que después pueda ser evocada y
utilizada.
Aristóteles vinculó la experiencia a la capacidad de
recordar: “Gracias a la memoria se da en los hombres lo que se llama
experiencia”.
Desde mi lejana
infancia he visto que bastantes profesores son partidarios de que los alumnos
memoricen por repetición todas las lecciones. A favor de este método hay que
decir que todavía podemos recitar de carrerilla todo lo aprendido, también, que
mereció ser inmortalizado en un poema de Antonio Machado: “Recuerdo infantil”,
del que copio algunos versos:
“Una tarde parda y fría/ de invierno. Los
colegiales/estudian. Monotonía/de lluvia tras los cristales/ (…) Y todo un coro
infantil/va cantando la lección:/mil veces ciento, cien mil; mil veces mil, un
millón”.
Memorismo puro y duro
¿La memorización es
absolutamente necesaria para aprender? Lo es, porque la experiencia dice que
“tanto sabemos, cuanto recordamos”. Pero no es auténtica la memorización que
se concibe como un fin en sí misma. Tampoco la que aspira a aprenderlo
todo o la que recurre a una incesante repetición en la que la comprensión
ni está presente ni se la espera. Esas formas de memorizar son simple
memorismo puro y duro.
Mal uso de la memoria
El mal uso y abuso
de la memoria adquirió especial relieve en el siglo XVI en el seno de la
llamada Escuela Tradicional: aprender era solo memorizar al pie de la
letra los textos escritos y/o las palabras del profesor. Se ve que sus
inspiradores no habían leído a Séneca: “Aprendemos no para la escuela, sino
para la vida”.El memorismo acabaría provocando una reacción hostil e injusta contra la facultad de la memoria (por la confusión entre ambos conceptos). La memoria fue condenada al ostracismo social durante muchos años, por su supuesta degradación del aprendizaje (aprender sin entender, de forma no reflexiva).
Una investigación
de David Bennett, profesor de la Universidad de Chicago, halló la “reserva
cognitiva” que se almacena al ejercitar la memoria entre los 6 y18 años, que
puede servir de prevención, años después, contra la degeneración de la mente.
Fases del aprendizaje
Una cosa se aprende
no simplemente cuando se conoce. Tras la fase receptiva del aprendizaje
(observar, leer, escuchar…) viene la reflexiva (analizar, juzgar, relacionar…)
Y, a continuación, la adquisitiva (memorizar).
El aprendizaje es modificación de la conducta a
través de la experiencia. El niño pequeño que, llevado de la curiosidad, mete
el dedo en el enchufe, dejará de hacerlo tras recibir un calambre. De la
experiencia del calambre ha surgido una nueva conducta con mediación de
la memoria: mirar sin tocar.
Memoria y aprendizaje
La teoría de David
Ausubel sobre el aprendizaje significativo, en el marco del constructivismo,
fue decisiva para probar que memoria y aprendizaje son dos procesos
interdependientes. Memorizamos aprendiendo y aprendemos memorizando. La
pretendida disociación de esos dos procesos desemboca siempre en un aprendizaje
deficiente y sin sentido o significado.
El aprendizaje significativo no se produce por la suma o
acumulación de nuevos conocimientos a los que ya posee la persona que aprende,
sino por el establecimiento de conexiones y significados entre lo nuevo y lo
que ya se sabe o se ha experimentado o vivido. El verdadero aprendizaje ocurre
cuando la información nueva se conecta con un concepto relevante ya existente
en la estructura cognitiva. Esto sería imposible sin el concurso de la memoria.
El aprendizaje significativo ha sido invocado en la
teoría de las últimas Reformas educativas de España, pero apenas ha llegado a
las escuelas, a causa de algún cortocircuito que habrá que descubrir. Sugiero
uno: a los profesores no se les suele dar formación específica teórica y
práctica para aplicar el nuevo modelo.
Tanto los que identificaron memoria con memorismo, como
quienes desterraron la memoria por “obsoleta” tienen una seria responsabilidad:
la de los miles de estudiantes que, a pesar de su esfuerzo, no
aprendieron de forma integral e incrementaron el índice de fracaso escolar.
¿Quién se atreve a darse por aludido?
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