El
Puente No. 35
Conflicto en medio oriente
“Daesh perderá en el campo de batalla, pero en el ideológico tiene
para rato”- T. Alcoverro.
Susana
Gaviña
Esta entrevista la realizó 24 horas antes del presunto
ataque con armas químicas
del régimen de Al Assad,
contra la ciudad de Jan
Sheijun, y 3 días antes del ataque
estadounidense contra la base
aérea siria de Al Shairat.
A Tomás Alcoverro
(Barcelona, 1940) se le conoce en la profesión como el “decano”, no en vano
lleva más de cinco décadas ejerciendo el periodismo, por lo que hace años que para
él “dejó de ser una profesión para convertirse en una forma de vida”. Y lo ha
hecho y lo sigue haciendo desde el albero, y no desde la barrera.
Armado con una inmensa curiosidad y una pequeña libreta se ha
adentrado en los puntos calientes de Oriente Próximo y entrevistado a todo tipo
de personajes, desde ciudadanos heridos por
la metralla hasta a gobernantes
activos en el conflicto. Hace tan solo unos días entrevistaba al poco accesible
presidente sirio, Bashar al Assad.
En la tarjeta que nos entrega, bajo su nombre se puede leer la
palabra abogado, pero en 1964 Alcoverro se decantó por el periodismo -“me
gustaba escribir”, confiesa-. Alcoverro pasó pocos años en la mesa de una
redacción. Su pasión por Oriente Medio le llevó a asomarse a sus conflictos,
pero también a su vida cotidiana, a su historia, a sus gentes y a su cultura...
Corresponsal de La Vanguardia, tras pasar por Atenas y París instaló su corazón
y su, entonces, máquina de escribir en Beirut.
¿De dónde viene su
fascinación por Oriente Medio?
- Del conflicto entre Israel y los árabes (la guerra de los Seis Días), en
1967. Aproveché unas vacaciones para escribir una serie de crónicas y
reportajes sobre cómo había quedado la situación después de la guerra. Poco a
poco en la redacción vieron que cuando llegaban los despachos de las agencias
yo me ocupaba de estos temas, cortaba, pegaba y titulaba. Así fui dando la
imagen que yo quería.
Y me mandaron a la zona tres meses de prueba. Corría 1970 y viví
cosas muy importantes, como la muerte de Nasser o el golpe de Estado de Hafez al
Assad (padre del actual presidente sirio). Entonces era imposible entrar en
Siria porque no te daban visado.
Aquello fue la confirmación de Alcoverro como corresponsal en
Oriente Medio. Vieron que funcionaba bien y me quedé. Y me “enamoré” de Beirut,
una ciudad fácil y cómoda para los extranjeros. Mi periódico quería que me
instalara en El Cairo, ciudad interesante, pero muy complicada. Así que decidí
vivir en Beirut, donde me compre un piso durante la guerra.
Primer viaje a
Damasco
Escritor y cronista de corta estatura, pero de gran inquietud y discurso
vibrante, ha sido testigo de algunos de los momentos más importantes que han
marcado la historia reciente de Egipto, Líbano, Irak... y, por supuesto, Siria.
Al interminable conflicto que sufre este país dedica su último libro, “¿Por qué
Damasco?” (Ed. Diéresis), en el que reúne sus crónicas desde el estallido de la
fallida Primavera Arabe hasta la actualidad. En ellas recoge tanto los aspectos
Tomás Alcoverro
político y bélico del conflicto, como su vida cotidiana, que continúa a pesar
de los bombardeos.
Alcoverro retrata un país que sufre, pero también reconcilia al
lector con un país apasionante, lleno de pequeñas historias humanas. Su primera
crónica siria la firmó en 1965, desde Damasco, ciudad a la que llegó como turista...
Su relación con Siria
es muy intensa, pero diferente a la que mantiene con el Líbano...
- Líbano y Siria son dos países complementarios: el primero es más frívolo y el
segundo tiene una identidad más difícil de penetrar. Beirut es muy atractiva,
pero tiene una identidad más diluida, está un poco occidentalizada y tiene
pocos monumentos árabes, no hay ya ni zocos... Es muy difícil definir el
Líbano, pero hay tres adjetivos que yo suelo emplear: ciudad árabe,
mediterránea, occidentalizada.
Lo que a mí me atrae de Siria es que no le sucede eso. Siria es
árabe, son los omeyas, con identidad muy difícil de penetrar, pero atrae mucho.
Es un país más claro que el Líbano. Damasco es considerada, además, la capital
de los árabes. Es el contrapeso a la frívola Beirut, una ciudad siempre
comparada con una mujer casquivana. Un poema de un embajador español, Federico
Palomera, del que solo recuerdo un verso, decía: “Hay ciudades que tienen
nombre de puta, Beirut”. Damasco, de eso nada.
A Tomás Alcoverro
(Barcelona, 1940) se le conoce en la
profesión como
el “decano”. Y después de más de 50 años de ejercer el periodismo, hace
años
que para él “dejó de
ser una profesión, para convertirse en una forma de vida”.
El primer artículo de
su libro está fechado un mes después de que brotara en Siria la tan proclamada
como fallida Primavera Arabe, que usted no duda en calificar un “gran embuste”.
¿Quién se ha beneficiado realmente de este fenómeno?
- Israel. Por dos razones: por una parte ha demostrado, en contra de lo que
decían siempre los árabes, que el primer problema de los árabes no era
únicamente Israel, sino que tenían problemas en sus principales países. Esta
fracturación de la sociedad árabe refuerza la postura de Israel y pone en
entredicho una serie de tópicos árabes.
Evidentemente la ocupación de Palestina sigue siendo el grave
problema de Oriente Medio. Y que Israel siga actuando en contra de todos los llamamientos
internacionales. Con esta pérdida de energías, de tiempo, de vidas de los
países árabes en estos últimos años, la situación de Israel ha mejorado. El
tema de los países árabes, completamente divididos, es un escándalo. Cada vez
hay más fragmentación que destruye ese falso mapa de los acuerdos de
Skype-Picot (1916). Está apareciendo una realidad completamente nueva y
perversa. Los propios árabes sienten vergüenza ante lo que sucede, se matan
entre ellos.
Es una cuestión que le planteé al propio Bashar al Assad en una
entrevista. Le pregunté si estaba de acuerdo en que la cultura árabe consistía
en “usted me mata o yo le mato”. Me dijo que no.
Pero quienes conocen
al presidente sirio dicen que su lema, frente a la guerra civil en su país y
los ataques terroristas de Daesh, es “yo o el caos”, que viene a ser lo
mismo...
- El problema del mundo árabe no solo es político, también es de identidad. Sí.
Esa forma de pensar únicamente favorece a los extremistas. Creo que el tema
cultural árabe no se trata suficientemente bien en esta crisis.
¿Qué es ser árabe? ¿Qué es ser musulmán? ¿Cuál es la manera que
tienen de insertarse en el mundo? ¿Valen únicamente por el petróleo? Desde hace
años, muchos árabes me han dicho que su desgracia es la de haber tenido
petróleo...
Pero el problema de
Siria tiene más que ver con los intereses geopolíticos, aumentar la influencia
sobre la región, que con el petróleo...
- En
Siria hay poco petróleo. El tema allí es que Damasco, el corazón del mundo
árabe, Siria es un país central... También están los mitos y los símbolos. Algo
muy importante para el Daesh. Quien domine Damasco, dominará la región, pero
eso nunca lo lograrán los yihadistas.
¿La presencia de
Daesh le ha complicado la guerra a Bashar al Assad o le ha asegurado su
permanencia en el poder?
- Yo creo que las dos cosas. Esto también refleja el cinismo entre los árabes e
Israel. Los árabes justifican sus golpes de Estado militares por la existencia
del Estado judío. A Israel esto le ha ido muy bien, porque al final todos son
regímenes militares que en el fondo prometían en sus proclamas
que iban a liberar Palestina, algo que en el fondo era algo meramente
propagandístico. En el caso de Siria creo que realmente es así, y es una de las
razones por las que es tan difícil de acabar la guerra.
En el fondo, creo que muchos tienen interés en que el conflicto
continúe. Por otra parte, creo que es importante subrayar que la guerra se
explica mal y siempre se ha explicado mal. Al lado de los barrios bombardeados
hay partes, como es el caso de Alepo, en el que hay zonas intactas. Lo mismo
sucedía durante la guerra en Beirut.
“En Oriente Medio
hay un problema cultural y de educación
pavoroso (escuelas y
universidades no funcionan), no solo
en Siria, también en
El Líbano. El nivel cultural va bajando
y van subiendo los
fanáticos. Esto es mi gran miedo”.
Entrevista a Bashar al
Assad:
Hace unos días entrevistó al presidente
de Siria, ¿cómo fue su encuentro con Bashar al Assad?
- Es un hombre que, al haberse formado en Occidente (estudio odontología en
Londres), cuando está con un periodista occidental sabe muy bien lo que tiene
que decirle. Lo primero que llama la atención es que no puedes entrar con algo
para verle, ni papel, ni bolígrafo, ni máquina de fotos, ni
grabadora... Nada. Por otra parte, no has tenido que pasarle las preguntas con
anterioridad. Eso también te sorprende. El contesta directamente. Después ya
todo depende de su servicio de prensa, que lo graba, hace las fotos, lo
transcriben y te mandan un enlace a tu correo electrónico.
¿Cómo fue en el trato
personal?
- Creo, Al Assad está convencido de que es un ser providencial, que va a salvar
el país. Es un hombre muy atento, escucha y se concentra en lo que le estás
diciendo. Da siempre la impresión de mucha tranquilidad y que tiene argumentos
suficientes para justificar lo que hace.
Entonces, ¿está
convencido de que ganaría el referéndum popular que, según el propio Al Assad, decidirá
si permanece o no en el poder?
- Yo estoy seguro de que lo ganaría. Aquí desde el principio se ha cometido un
error, al no evaluar correctamente la fuerza de Al Assad. Recuerdo que el embajador
de España decía, en 2011, que tanto él como el resto de embajadores
occidentales creían que el régimen tenía los días contados. Algo que no ha sido
así.
Lo que quiero explicar bien es que el fenómeno del régimen baasista
habría que estudiarlo como un fenómeno único en el mundo. ¿Cómo es posible que
este régimen se haya mantenido? Evidentemente que por la represión, por las
cárceles, por las armas químicas que ha utilizado en algunos momentos, por todo
lo que lleva haciendo desde hace años a través de los “mujabarats” (servicios secretos
sirios). Pero nos podemos quedar en eso, o añadir más. En Oriente Medio el
nivel cultural va bajando, y van subiendo los fanáticos. Y ese es mi gran
miedo.
El régimen del Baas, que alcanzó el gobierno en Siria en 1963, ha
demostrado una habilidad extraordinaria para ganar tiempo, aferrarse al poder y
no ceder, mientras que las circunstancias internacionales han ido cambiando.
Tal vez por un exceso de precipitación, en el que todos se han inclinado hacia
un lado poniéndose enfrente. Esa ha sido la habilidad del régimen sirio, que yo
calificaría de pérfida.
Mujeres kurdas en el frente de batalla contra ISIS o Daesh.
En este momento, nadie sabe cómo va a acabar la guerra, pero lo que
es cierto es que hay un problema cultural y de educación pavoroso (escuelas y
universidades no funcionan), no solo en Siria, también en el Líbano donde los
círculos más laicos y más abiertos han ido perdiendo fuerza.
Creo que, militarmente, Daesh en poco tiempo perderá en el campo
de batalla, pero me temo que en la lucha ideológica tiene para rato, porque a
muchos jóvenes les atrae, ya sea porque viven en la precariedad y quieren
escapar de ella o porque quieren vivir aventuras. Nuestro problema es que no
tenemos argumentos para enfrentarnos a sus mensajes, en los que ofrecen huríes
(vírgenes en el Paraíso) como premio a los mártires en una guerra santa. Desde
Occidente cómo
reaccionamos frente a esto, si no estamos dispuestos a defender nuestros valores
democráticos...
¿Qué papel cree que
va a jugar en este escenario el nuevo presidente de EE.UU. , Donald Trump?
-
Cuando ganó las elecciones, un diario oficial sirio dijo que era una buena noticia,
porque lo que no les gustaba nada es que ganara Hillary Clinton, pues pensaban
que continuaría la política de Obama.
Ahora no sé qué es lo que va a pasar, pues Trump es muy ambiguo,
muy demagógico y hace declaraciones hacia la galería, vete a saber qué puede
suceder. Pero creo que es muy difícil que cambie la política de EE.UU. en
Oriente Medio, en dos puntos fundamentales: la alianza incondicional con Israel
y el compromiso con Arabia Saudí y su política de seguridad.
Lo que sí está más claro es el papel de Rusia. Es un país de la
zona, que en la época soviética tenía un gran interés en las llamadas aguas
calientes, esto es, el petróleo. Por eso mantuvieron magníficas relaciones con
el padre de Bashar al Assad, con Nasser, con la OLP de Arafat, con Yemen...
Todo se perdió con la caída de la URSS, y lo que hace ahora Vladímir Putin es
recuperarlo.
Hubo una especie de matrimonio de razón entre el régimen de Siria
y la URSS, en su momento, y ahora con Rusia. Lo que sucede ahora, es
completamente lógico.