martes, 16 de mayo de 2017


El Puente No. 35

 
Neuromárketing

 
Viaje al centro de la
mente del consumidor.


María Eugenia Tamblay
Periodista.
Universidad de Navarra-España.

  La unión del márketing con las neurociencias dio origen al neuromárketing, una disciplina que en menos de una década ha permitido conocer mejor el proceso de compra, las zonas de las tiendas que captan la atención de los clientes, la música que invita a recorrer los centros comerciales y los aromas que predisponen a las personas a consumir más.  Investigadores de la Universidad de Navarra preparan un nuevo estudio del cerebro que permitirá profundizar en estos conocimientos.

Fue una publicidad tan estremecedora como polémica. Mostraba a una mujer desnuda, o más bien la sombra que quedaba de ella, pues con 1.65 metros de estatura apenas rozaba los 31 kilos de peso.

Sobre su cabeza se leía el mensaje: “No. Anorexia”. Se trataba de una campaña de la marca italiana Nolita que en palabras de su creador el fotógrafo Oliviero Toscani, famoso por sus trabajos para Benetton, pretendía “mostrar al mundo la realidad de esta enfermedad, causada en la mayoría
de los casos por estereotipos impuestos desde el mundo de la moda”.

El impacto inicial de esta campaña se acrecentó en noviembre de 2010, cuando murió la modelo. Su madre, por el sentimiento de culpa, se suicidó en enero de 2015. El horror se apoderó
del público, pero no de las jóvenes que sufren este trastorno alimentario. Se sintieron llamadas a emular a la protagonista del anuncio. “Debo estar así de flaca”, se decían a sí mismas.

Un fenómeno similar se observa en las campañas de seguridad vial con imágenes de accidentes e incluso de víctimas, pues según recientes estudios resultan estimulantes para los propensos al riesgo. O los crudos mensajes en las cajetillas de tabaco advirtiendo de los peligros de fumar, acompañados de fotos estremecedoras, cuyo impacto en los índices de tabaquismo a escala mundial ha sido bastante marginal: se ha descubierto que despiertan el deseo de fumar en quienes sufren esta adicción.

Las neurociencias
Para encontrar una explicación a estos fenómenos se había contado hasta ahora con herramientas muy útiles desarrolladas por las ciencias sociales, cuestionarios, entrevistas, sondeos o focus groups, pero comportan limitaciones, especialmente porque las respuestas encierran interpretaciones de las acciones que pueden ser inexactas o de una complejidad difícil de verbalizar.

Las limitaciones de estas herramientas sociales han llevado a los expertos del márketing a aliarse con investigadores del campo de las neurociencias, área del saber en la que convergen las ciencias biológicas, la psicología, la estadística, la física y la medicina, para el estudio del sistema nervioso.

Neuromárketing
A comienzos de siglo, la unión entre márketing y neurociencias dio lugar a la creación de un nuevo vocablo, neuromárketing, referido al uso de técnicas y herramientas propias de las neurociencias para conocer, describir y predecir los efectos que produce la publicidad en la actividad cerebral asociada al consumo y en qué medida se puede cuantificar el efecto de la publicidad en la conducta del consumidor, mediante la comparación de la actividad cerebral en diferentes situaciones.
Como no podía ser de otro modo, inmediatamente surgieron expertos y empresas especializadas en neuromárketing. Una de estas firmas, la estadounidense Neurofocus, cuenta en su consejo asesor con científicos tan destacados como el Premio Nobel de Medicina, Eric Kandel, y el ganador del Premio Humboldt en Neurobiología, Robert Knight, junto a profesores de Harvard, Oxford, California y del Massachusetts Institute of Technology.

|               En España, la consultora GFK realizó entre abril y mayo de 2015 un estudio para Volkswagen. Buscó determinar qué sienten y en qué se fijan las personas cuando miran un Golf GTI. Contó con cien voluntarios en Barcelona y Madrid a los que midió la actividad cerebral mediante electroencefalogramas, la respuesta emocional a través de galvanómetros y el movimiento de los ojos con cámaras. Los resultados se resumen en un vídeo que está disponible en la web, que básicamente revela que las personas centran su atención en el logo VW, en la sigla GTI y en los faros, al mismo tiempo que se les despiertan sentimientos de
interés, curiosidad, confianza, deseo y comodidad.

Equipo médico
Lo más tradicional en neuromárketing es recurrir a imágenes de resonancia magnética funcional, técnica no invasiva que clínicamente se utiliza para diagnosticar tumores, accidentes cerebro vasculares, lesiones articulares o algunas anomalías psiquiátricas.

Aplicando secuencias especiales, al voluntario se le encarga realizar una
tarea dentro del escáner, mover una mano, recordar algo, etc., y se observa qué áreas del cerebro intervienen.
“Cuando se le pide que recuerde una lista de palabras dentro del escáner, se ve que las áreas cerebrales encargadas de la memoria verbal aumentan su actividad”, explica María Asunción Pastor, neuróloga de la Clínica Universidad de Navarra e investigadora del Centro de Investigación Médica Aplicada (CIMA), donde desde 2007 dirige el Laboratorio de Neuroimagen Funcional.

Compras por impulso
Una de las primeras experiencias de evaluación de una campaña publicitaria mediante escáner tuvo lugar en 2003, cuando el neurólogo estadounidense Read Montague se propuso buscar una explicación científica al
“Desafío Pepsi”, nombre con el que a mediados de los setenta se conoció a una agresiva campaña publicitaria que invitaba a los consumidores a probar dos bebidas cola, sin saber su marca, y a elegir la que más les gustaba.  

El resultado era que más de la mitad de los participantes elegía Pepsi, lo que resultaba sorprendente, pues la marca de la competencia era, de lejos, líder en ventas en el mundo.

Montague recreó las condiciones originales del “Desafío Pepsi” y observó la actividad cerebral. Los resultados concordaron con los registrados tres décadas antes: en su mayoría, los 67 voluntarios manifestaron verbal y cerebralmente una preferencia a favor de Pepsi, al incrementar su actividad en el “putamen ventral”, una región del cerebro que se estimula ante un sabor agradable.

En la segunda etapa, Montague hizo un cambio en el experimento: permitió que los voluntarios vieran
qué bebida degustaban. El resultado se alteró: el 75% de los participantes declaró preferir Coca-Cola. A nivel
cerebral se vio que, junto con la activación del “putamen ventral”, aumentó el flujo sanguíneo en la corteza
prefrontal interna, porción del cerebro muy relacionada con el sistema límbico y la memoria. Esto sugirió que
los voluntarios asociaban la marca con imágenes e ideas determinadas por sus recuerdos, identidad emocional
que se imponía frente a la preferencia racional por el sabor.

Este estudio sugirió que las decisiones de consumo no responden exclusivamente a cálculos racionales, que las emociones desempeñan un papel importante en este campo y que el proceso de selección de un bien o servicio tiene un componente “automático”, derivado de hábitos adquiridos y otros elementos con poca carga cognitiva.

La toma de protagonismo por parte de estas áreas, explicaría las llamadas compras por impulso.
Las claves del cerebro
Ha transcurrido menos de una década desde el pionero estudio de Montague, pero los avances registrados en el campo del neuromárketing son considerables. Hoy se conoce mucho mejor el proceso de compra, qué zonas de las tiendas captan más la atención de los clientes, qué música invita a recorrer los centros comerciales y la conveniencia de ubicar las panaderías cerca de la entrada de los supermercados porque el olor del pan recién horneado despierta el apetito y predispone a las personas a comprar más de lo que habían presupuestado.

Resultados positivos y negativos
“El neuromárketing no es solo una moda y tampoco el fin de las metodologías tradicionales. Es un complemento. En la mayoría de los casos son los propios clientes los que están solicitando el uso de estas herramientas, al darse cuenta de que pueden aportar insights nuevos y complementarios a los que se consiguen con las técnicas propias de las ciencias sociales”, sostiene Alvaro Marín, fundador de Loggicc, empresa española que ofrece servicios de neuromárketing para estudios de mercado.

Entre las empresas beneficiadas de los estudios de neuromárketing está Dior. Usó esta técnica para evaluar desde el aroma y color hasta la ubicación de los anuncios de su fragancia J’adore. Aunque la compañía no ha querido divulgar los resultados de estas pruebas, práctica bastante extendida, resulta elocuente que se trate de uno de los lanzamientos más exitosos de la marca en los últimos años.

Otros estudios se han dedicado a observar la actividad cerebral frente a productos de las marcas de lujo, comprobando que activan tanto el núcleo “accumbens” como la corteza singular anterior, lo cual revela el placer por la gratificación adelantada, en conflicto con la posibilidad de incurrir en un gasto excesivo. Esta señal de conflicto disminuye cuando se les muestran a los consumidores los mismos productos, pero con descuento.                                                                                                                                                                                             
Expertos en neuromárketing de la Universidad de California han estudiado los anuncios del Súper Bowl, de Estados Unidos. Entre los spots se encontraba uno de General Motors que transmitía el perfeccionismo de la marca y sus trabajadores contaban la historia de un robot que perdió su empleo en la línea de ensamblaje por
equivocarse con un tornillo. Otra, de una compañía de seguros, mostraba a Kevin Federline, ex-esposo de Britney Spears, en la cumbre del éxito y al día siguiente era dependiente de un local de comida rápida. Los resultados mostraron que ambas publicidades estimulaban la “amígdala”, la región del cerebro asociada al temor, la ansiedad, el impulso de huir, probablemente porque pensaban en la incertidumbre económica reinante o en su propia inestabilidad laboral.
Conclusión: estas compañías invirtieron 2.4 millones de dólares, cada una, en anuncios que ahuyentaron a sus potenciales clientes.


Nuevos estudios
María Asunción Pastor trabaja ahora con Ana Marta González y con Alejandro García, investigadores del Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra, interesados en profundizar en las manifestaciones de la cultura emocional en la publicidad.

Integran un equipo multidisciplinario que finaliza el diseño de un estudio para medir la actividad cerebral de un grupo de 40 voluntarios, de entre 20 y 65 años, a los que se les pedirá que elijan entre tres productos de una misma categoría, por ejemplo coches.

Primero se les mostrarán sólo imágenes, luego se añadirán las marcas y, finalmente, los precios.

Suponemos que en primer lugar elegirán básicamente de acuerdo con impactos emocionales. En la segunda
oportunidad sumarán el conocimiento que tengan sobre determinadas marcas, lo que puede llevar a descartar incluso la primera opción. En tercer lugar será la variable económica la que prime”, anticipa Alejandro García. Agrega que “se trata de estudiar cómo se entrelaza el impacto sensorial con la información cultural en el cerebro y qué decisión de compra se produce después de todo esto”.

                Por ejemplo, agrega, quizá un coche que “activaba” mucho el área de gratificación, cuando se sabe la marca o el precio deja de producir esa activación tan fuerte. Esto llevaría a la conclusión de que la información y la interpretación cultural o biográfica de cada persona incide muy directamente en la “afectación cerebral” ante ciertas publicidades o productos.
El fantasma de Orwell*
La hipótesis de que los estudios de neurociencias permitirían manipular la elección natural, generando determinado tipo de conducta con poca carga de razonamiento o en forma inconsciente, plantea un grave conflicto ético. En un artículo reciente, The New York Times advertía del riesgo de convertir las imágenes
del cerebro en un sistema de lectura mental que amenace la intimidad y la libertad de los ciudadanos.

Otros críticos tildan estos estudios de reduccionistas, pues circunscribirían al hombre a su neurobiología. En el caso específico del neuromárketing, limitarían la experiencia de compra a la esfera fisiológica cerebral, por ser lo que podemos medir durante el acto humano de escoger, pero no por eso se le
puede considerar el bloqueador de la toma de decisiones libres.

Los investigadores de la Universidad de Navarra piensan que el estudio que desarrollan puede ayudar a alejar el fantasma de Orwell.

“Eso que llamamos emociones, no son simples reacciones fisiológicas. Incorporan valores, experiencias, nuestra propia biografía y nuestras decisiones de consumo y culminan con un último acto de nuestra voluntad, donde radica la libertad humana con la cual se escoge una u otra opción de compra”, afirma Alejandro García, para luego concluir que “en el fondo, no somos autómatas que tengamos un ‘botón de compra’ que, si los publicistas saben pulsar, nos obligará a consumir”.

* El “fantasma de Orwell” hace referencia a la novela “1984”, la obra maestra de George Orwell acerca de la censura y el autoritarismo, publicada en 1949.                                                                           

 

EDICION COMPLETA DE  EL PUENTE No. 35, en:
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