Zigmunt Bauman: Un sociólogo perdurable
Tirso
Suárez-Núñez
Académico
jubiladoUniversidad Autónoma de Yucatán
“Estamos
aquí para recoger evidencias y emprender un diálogo continuo con la experiencia
e intentar ayudar a la gente en su lucha contra la doble plaga de la ignorancia
y la impotencia”.
Z.
Bauman
Enero
de 2017 tiene una doble marca en la historia reciente: 1- El ascenso al poder
del impresentable Presidente de los Estados Unidos, y 2- El deceso de Zygmunt Bauman,
sociólogo de origen polaco, avecindado desde la posguerra en Gran Bretaña país
desde donde ejerció como profesor en la Universidad de Leeds. Su gran legado
trasciende a la academia. Contribuyó a explicar a un amplio público las dos
fases por las que la sociedad atraviesa ahora. Y para facilitar esta tarea
imaginó una poderosa metáfora que lo volvió inmortal: la liquidez. Como todo el mundo sabe, un líquido es una materia en
estado fluido, inestable e informe, mientras que un sólido es todo lo
contrario. Así explicó Bauman el estado de la sociedad actual, transita a una
etapa de “modernidad liquida”, que se entendía mejor cuando la comparaba con la
etapa de donde provenía: la “modernidad sólida”.
La modernidad
sólida, según muestro autor, es ordenada, predecible, planificable, racional y
relativamente estable. Su rasgo definitorio es la organización burocrática de
las principales actividades económicas, quien es apoyada por fuertes
instituciones como el estado, el mercado, las profesiones, etc. que logran,
adicionalmente, un elevado grado de equilibrio y estabilidad de las estructuras
sociales. La burocracia, que incluso fue la forma de organización usada por los
nazis para asegurar el efectivo exterminio de judíos[1], es
el gran invento de la modernidad y perdura porque constituye el modo más
eficiente de organizar la conducta y controlar la interacción de un gran número
de personas, mientras que sus consecuencias negativas, como la deshumanización
y la represión de la espontaneidad y la creatividad, o bien se toleran, o bien
se ocultan.
La transición a
la modernidad líquida, inicia con la caída del muro de Berlín en 1989,
desatándose a partir de este evento, los siguientes acontecimientos, los cuales
terminan perfilando la etapa que vivimos: 1- Los estados-nación que empiezan a
perder fuerza como instituciones, vía la globalización y las tecnologías de la
información y de la comunicación, que los debilitan. 2- El libre tránsito de
ideas, imágenes, mercancías, capitales y personas, que conforman nuevas
ideologías y relaciones sociales, pero al ser éstas espontáneas, cambiantes y
efímeras, es decir líquidas, terminan erosionando las fuentes de identidad y
contribuyen a generar identidades de consumo fragmentadas, y 3- La
incertidumbre económica y la competencia económica que aumentan, mientras que disminuye
la seguridad laboral.
La lucidez de
Bauman nos ayuda a entender -gracias a sus grandes ideas y explicaciones
sencillas- este actual estado ambiguo, donde lo viejo no acaba de morir y lo
nuevo de nacer. La mayoría de nosotros puede constatar esta situación al
percibir la intensa presencia en nuestras vidas de las denominadas redes
sociales y la fuerza con que moldean nuestras relaciones al volverlas cercanas,
pero virtuales y por ende líquidas, es decir efímeras. Ahora resulta que desde la
comodidad de nuestras pantallas HD y el aire acondicionado, protestamos
firmando virtualmente un manifiesto en change.org,
sin que tengamos que asistir a una manifestación callejera y conectar
físicamente con otros, aunque quizás en este tiempo esto sea suficiente para
derrumbar o incluso impedir la ampliación del muro que, como el de Berlín,
ahora nos separa.
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