miércoles, 17 de mayo de 2017


El Puente No. 35

 
Desafío de la humanidad
 ¿Qué principios, qué valores
y quiénes gobiernan al mundo?


 
 
Generalmente, cuando preguntamos “¿Quién gobierna el mundo?”, lo hacemos en el marco de la convención estándar de que los actores de los asuntos internacionales son países, sobre todo las grandes potencias y pensamos en sus decisiones y en la relación existente entre esas decisiones. Esto no está mal.
Pero estaría mejor que recordáramos que este nivel de abstracción puede ser muy engañoso.

 
Noam Chomsky
Por supuesto, las naciones tienen una compleja
estructura interna, y las opciones y las decisiones de sus líderes políticos están intensamente influidas por la concentración interna del poder, mientras que la población está a menudo marginada. Esto es así incluso en las sociedades más democráticas y, obviamente, en las que no lo son.

Se propone cambio radical en la estrategia contra el terror mundial.

Amos de la humanidad
No podemos llegar a una comprensión realista de quién gobierna el mundo si ignoramos a los “amos de la humanidad”, como los llamó Adam Smith en su tiempo: los comerciantes y los dueños de las fábricas de Inglaterra.

En el nuestro, los conglomerados multinacionales, las mayores instituciones financieras, los imperios de la venta al por menor y otros por el estilo. Aun así, según Smith, también es sensato prestar atención a la “maldad máxima” a la que se consagran los “amos de la humanidad”: “Todo para nosotros y nada para el pueblo”, una doctrina también conocida como lucha de clases, cruda e incesante, frecuentemente unilateral, en gran parte en detrimento del pueblo del país del que se hable y del mundo.

Quizá por eso los partidos de las corrientes dominantes han perdido seguidores rápidamente en beneficio de la izquierda y de la derecha. El director ejecutivo del grupo de investigación Europa Nova, con sede en París, atribuye el generalizado desencanto a “un clima de resentida impotencia a medida que el poder real, para determinar los acontecimientos, se ha trasladado de los líderes políticos (que, en principio al menos, estarían sujetos al sistema democrático) al mercado, a las grandes instituciones y a las corporaciones”, en un todo de acuerdo con la doctrina neoliberal.

La creciente oposición contra el asalto neoliberal pone de relieve otro aspecto crucial de esta convención estándar: “Deja a un lado al público, que con frecuencia considera inaceptable la condición de mero ‘espectador’, en lugar de ser ‘participante’ como le asigna la teoría democrática legal”.

Amplio poder
En el orden global contemporáneo, las instituciones de los amos detentan un enorme poder, no solo en el escenario internacional sino también al interior de sus propios países y en otros donde han penetrado sus tentáculos económico-financieros. Son estas instituciones en las que confían para proteger su poder y proporcionar apoyos económicos con una gran variedad de medios.

Cuando pensamos en el papel de los amos de la humanidad, nos referimos a las prioridades del estado policial de este momento con acuerdos reivindicativos de los derechos de los inversores,
mal llamados “de libre comercio” en la propaganda y en los comentarios.

Aparte, los cientos de abogados corporativos y los lobistas se ocupan de redactar los detalles decisivos de los acuerdos, pero estos se negocian en secreto. El objetivo es su aprobación en el mejor estilo estalinista, con procedimientos de “vía rápida” diseñados para impedir la discusión y permitir solo la opción por el “sí”. En general, sus diseñadores lo hacen bastante bien, en tanto el pueblo llano es algo meramente incidental, con las consecuencias que es posible anticipar. Sin duda los programas neoliberales de la pasada generación, concentraron la riqueza y el poder en unas poquísimas manos y debilitaron el funcionamiento de la democracia.

Mala estrategia contra el terror
Uno de los investigadores más perspicaces de los movimientos yihadistas, Scott Atran, calcula que ejecutar los ataques del 11-S (las torres gemelas) costó entre 400,000 y 500,000 dólares, mientras que la respuesta militar y de seguridad de Estados Unidos y sus aliados multiplicó esos guarismos por 10 millones de dólares. Sobre la base de una estricta relación coste/beneficio, la acción terrorista ha sido extremadamente exitosa, mucho más allá incluso de lo que Bin Laden pudo haber
imaginado, y esto es así cada vez más.

Y después de todo, ¿quién podría decir que estamos mejor que antes o que el peligro total está disminuyendo?

Si continuamos blandiendo la maza, siguiendo tácitamente el guión yihadista, las consecuencias probables son un yihadismo aún más violento y una atracción todavía más amplia. Lo que sabemos, aconseja Atran, “debería propiciar un cambio radical en nuestra estrategia contra el terror”.

Acción y promesa de gloria
Así como Atran, otros observadores están de acuerdo en la receta para el cambio de estrategia. Deberíamos empezar reconociendo lo que ha mostrado irrefutablemente una cuidadosa investigación: “Quienes son atraídos por la yihad (Estado Islámico o Daesh) añoran algo en  su historia, en sus tradiciones, algo relacionado con sus héroes y su moral. El Daesh, con todo
lo brutal y repugnante que tiene para nosotros e incluso para la mayoría de la gente del mundo arabo-musulmán, habla directamente de lo añorado por ellos… Lo que motiva a los más letales agresores de este momento, no es tanto el Corán sino una emocionante causa y un llamamiento a la acción que promete gloria y estima a los ojos de los amigos”. De hecho, pocos -si acaso alguno- yihadistas conocen los textos coránicos o la teología islámica.

Bienestar social
La mejor estrategia, sugiere el analista William Polk, sería “un programa multinacional orientado al bienestar social y psicológicamente satisfactorio… que haría que el odiado Daesh confiara en algo menos virulento. Los aspectos de este programa ya han sido identificados por nosotros: Necesidades comunitarias, compensaciones por trasgresiones pasadas y un llamamiento a un nuevo comienzo”.


Polk agrega, “un cuidadosamente formulado pedido de disculpas por las ofensas pasadas costaría poco y haría mucho”. Un proyecto como éste debería ponerse en marcha en campos de
refugiados o en los “deprimentes conjuntos habitacionales de tugurios de las banlieues parisinas”, donde, como escribe Atran, su equipo de investigación “encuentra una bastante difundida tolerancia o apoyo a los valores del Daesh”. Incluso podría hacerse más mediante una dedicación auténtica a
la diplomacia y la negociación en lugar del irreflexivo recurso a la violencia.

No menos significativo sería una respuesta honrosa a la “crisis de los refugiados” que, aunque se tomó su tiempo para llegar, hasta 2015 no adquirió importancia en Europa.

Esto significaría, en última instancia, un aumento sustancial de la ayuda humanitaria a los campos de refugiados de Líbano, Jordania y Turquía, donde los desmoralizados refugiados llegados
de Siria apenas logran sobrevivir. Pero la problemática es todavía mucho mayor, y proporciona una imagen de los que se llaman a sí mismos “estados progresistas”, muy lejos de ser atractiva y debería ser un estímulo para la acción.

Desafíos de trascendencia humana
Regresando a la pregunta formulada al principio de este texto, “¿Quién gobierna al mundo?”, quisiéramos plantear otra pregunta: “¿Qué principios, qué valores gobiernan al mundo?”. Esta
pregunta debería ser la más importante en la mente de los ciudadanos de los países más ricos y poderosos, quienes disfrutan de una extraordinaria herencia de libertad, privilegios y oportunidades gracias a las luchas de sus antecesores y que ahora se enfrentan a opciones aciagas respecto de cómo responder a los notables desafíos de gran trascendencia humana.

(Parte de la síntesis del libro de Noam Chomsky: “¿Qué principios gobiernan el mundo?”, realizada por Administrador Regeneración).

 
EDICION COMPLETA DE  EL PUENTE No. 35, en:
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