sábado, 6 de mayo de 2017


El Puente No. 35

 
“La crisis de la democracia, es por el colapso de la confianza. Y la creencia de que los líderes no solo son corruptos o estúpidos, sino que son incapaces”- Zygmunt Bauman

 
Justo poco antes de su deceso ocurrido en enero de este 2017, el periodista Ricardo de Querol (FOTO) entrevistó a Zigmunt Bauman, polaco (Poznan, 1925). Este notable sociólogo saltó a la trascendencia mundial y dejó su huella imborrable, desde que planteó en 1999 su idea de la “modernidad líquida” -una etapa de la sociedad en la cual todo lo que era sólido se ha licuado y ahora “nuestros acuerdos son temporales y pasajeros, y solo válidos hasta nuevo aviso”-, para convertirse en una figura de referencia en la sociología. Denunció con firmeza y sólidos argumentos la desigualdad creciente, el descrédito de la política o su visión, nada idealista, de lo que ha traído la revolución digital, pues “es una trampa”. Su obra, arranca en los años sesenta y ha sido reconocida con premios como el Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades de 2010, junto a su colega Alain Touraine. Zigmunt Bauman era aún niño cuando su familia judía escapó del nazismo a la URSS y en 1968 tuvo que abandonar su propio país, desposeído de su puesto de profesor y expulsado del Partido Comunista en una purga marcada por el antisemitismo tras la guerra árabe-israelí.

Usted ve la desigualdad social económica como una “metástasis”. ¿Está en peligro la democracia?

- Ha sido una catástrofe arrastrar a la clase media al “precariado”. El conflicto ya no es entre clases, sino de cada uno con la sociedad.

Lo que está pasando ahora, lo que podemos llamar la crisis de la democracia, es el colapso de la confianza. La creencia de que los líderes no solo son corruptos o estúpidos, sino que son incapaces. Para actuar se necesita poder, ser capaz de hacer cosas, y se necesita la política: la habilidad de decidir qué cosas tienen que hacerse. La cuestión es que ese matrimonio entre poder y política en manos del Estado-nación se ha terminado. El poder se ha globalizado, pero las políticas son tan locales como antes. La política tiene las manos cortadas. La gente ya no cree en el sistema democrático porque no cumple sus promesas. Es lo que está poniendo de manifiesto, por ejemplo, la crisis de la migración. El fenómeno es global, pero actuamos en términos parroquianos. Las instituciones democráticas no fueron diseñadas para manejar situaciones de interdependencia. La crisis contemporánea de la democracia es una crisis de las instituciones democráticas.

El péndulo entre libertad y seguridad, ¿hacia qué lado está oscilando?
- Son dos valores tremendamente difíciles de conciliar. Si tienes más seguridad, tienes que renunciar a cierta libertad. Si quieres más libertad, tienes que renunciar a seguridad. Ese dilema va a continuar para siempre. Hace 40 años creímos que había triunfado la libertad y estábamos en una orgía consumista. Todo parecía posible mediante el crédito: que quieres una casa, un coche…, ya lo pagarás después. Ha sido un despertar muy amargo el de 2008, cuando se acabó el crédito fácil. La catástrofe que vino, el colapso social, fue para la clase media, que fue arrastrada rápidamente a lo que llamamos precariado. La categoría de los que viven en una precariedad continuada: no saber si su empresa se va a fusionar o la va a comprar otra y se van a ir al paro. No saber si lo que ha costado tanto esfuerzo les pertenece... El conflicto, el antagonismo, ya no es entre clases, sino el de cada persona con la sociedad. No es solo una falta de seguridad, también es una falta de libertad.

Afirma que la idea del progreso es un mito. Porque en el pasado la gente confiaba en que el futuro sería mejor y ya no.
- Estamos en un estado de interregno, entre una etapa en que teníamos certezas y otra en que la vieja forma de actuar ya no funciona. No sabemos qué va a reemplazar esto. Las certezas han sido abolidas. No soy capaz de hacer de profeta. Estamos experimentando con nuevas formas de hacer cosas. Las políticas de austeridad van a continuar, no pararán, pero puede ser relativamente efectivo introducir nuevas formas de hacer las cosas. El cambio de un partido por otro partido, no va a resolver los problemas. El problema hoy no es que los partidos sean los equivocados, sino que no controlan los instrumentos. Los problemas de los ciudadanos no están confinados al territorio de su país, sino al globo. La presunción de que se puede resolver la situación desde dentro es errónea.

Usted analiza la crisis del Estado-nación. ¿Qué opina de las aspiraciones independentistas de Cataluña?
- Pienso que seguimos en los principios de Versalles, cuando se estableció el derecho de cada nación a la autodeterminación. Pero eso hoy es una ficción porque no existen territorios homogéneos. Hoy toda sociedad es una colección de diásporas. La gente se une a una sociedad a la que es leal, y paga impuestos, pero al mismo tiempo no quieren rendir su identidad. La conexión entre lo local y la identidad se ha roto. La situación en Cataluña, como en Escocia o Lombardía, es una contradicción entre la identidad tribal y la ciudadanía de un país. Ellos son europeos, pero no quieren ir a Bruselas vía Madrid, sino desde Barcelona. La misma lógica está emergiendo en casi  todos los países. Seguimos en los principios establecidos al final de la Primera Guerra Mundial, pero ha habido muchos cambios en el mundo.

El conflicto ya no es entre clases, sino de cada persona con la sociedad. No es solo por falta de seguridad, también es por falta de libertad.
 
Zygmunt Bauman

 Las redes sociales han cambiado la forma en que la gente protesta o la exigencia de transparencia. Usted es escéptico sobre ese “activismo de sofá” y subraya que Internet también nos adormece con entretenimiento barato. En vez de un instrumento revolucionario como las ven algunos, ¿las redes son el nuevo opio del pueblo?
- La cuestión de la identidad ha sido transformada de algo que viene dado, a una tarea: tú tienes que crear tu propia comunidad. Pero no se crea una comunidad, la tienes o no. Lo que las redes sociales pueden crear es un sustituto. La diferencia entre la comunidad y la red es que tú perteneces a la comunidad, pero la red te pertenece a ti. Puedes añadir amigos y puedes borrarlos, controlas a la gente con la que te relacionas. La gente se siente un poco mejor, porque la soledad es la gran amenaza en estos tiempos de individualización. Pero en las redes es tan fácil añadir amigos o borrarlos, que no necesitas habilidades sociales. Estas las desarrollas cuando estás en la calle o vas a tu centro de trabajo, y te encuentras con gente con la que tienes que tener una interacción razonable. Ahí tienes que enfrentarte a las dificultades, involucrarte en un diálogo. El papa Francisco, un gran hombre, al ser elegido dio su primera entrevista a Eugenio Scalfari, un periodista italiano autoproclamado ateísta. Fue una señal: el diálogo real no es hablar con gente que piensa lo mismo que tú. Las redes sociales no enseñan a dialogar, porque es tan fácil evitar la controversia… Mucha gente usa las redes sociales no para unir, no para ampliar sus horizontes, sino al contrario, para encerrarse en lo que llamo “zonas de confort”, donde el único sonido que oyen es el eco de su voz, donde lo único que ven son los reflejos de su propia cara. Las redes son muy útiles, dan servicios muy placenteros, pero son una trampa…

EDICION COMPLETA DE  EL PUENTE No. 35, en:
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