El Puente No. 35
Usted ve la desigualdad social económica como
una “metástasis”. ¿Está en peligro la democracia?
- Ha sido una
catástrofe arrastrar a la clase media al “precariado”. El conflicto ya no es
entre clases, sino de cada uno con la sociedad.
Lo que está pasando ahora, lo
que podemos llamar la crisis de la democracia, es el colapso de la confianza.
La creencia de que los líderes no solo son corruptos o estúpidos, sino que son
incapaces. Para actuar se necesita poder, ser capaz de hacer cosas, y se
necesita la política: la habilidad de decidir qué cosas tienen que hacerse. La cuestión
es que ese matrimonio entre poder y política en manos del Estado-nación se ha
terminado. El poder se ha globalizado, pero las políticas son tan locales como
antes. La política tiene las manos cortadas. La gente ya no cree en el sistema
democrático porque no cumple sus promesas. Es lo que está poniendo de
manifiesto, por ejemplo, la crisis de la migración. El fenómeno es global, pero
actuamos en términos parroquianos. Las instituciones democráticas no fueron
diseñadas para manejar situaciones de interdependencia. La crisis contemporánea
de la democracia es una crisis de las instituciones democráticas.
El péndulo entre libertad y seguridad, ¿hacia
qué lado está oscilando?
- Son dos valores tremendamente difíciles de
conciliar. Si tienes más seguridad, tienes que renunciar a cierta libertad. Si
quieres más libertad, tienes que renunciar a seguridad. Ese dilema va a
continuar para siempre. Hace 40 años creímos que había triunfado la libertad y
estábamos en una orgía consumista. Todo parecía posible mediante el crédito:
que quieres una casa, un coche…, ya lo pagarás después. Ha sido un despertar
muy amargo el de 2008, cuando se acabó el crédito fácil. La catástrofe que
vino, el colapso social, fue para la clase media, que fue arrastrada
rápidamente a lo que llamamos precariado. La categoría de los que viven
en una precariedad continuada: no saber si su empresa se va a fusionar o la va
a comprar otra y se van a ir al paro. No saber si lo que ha costado tanto
esfuerzo les pertenece... El conflicto, el antagonismo, ya no es entre clases,
sino el de cada persona con la sociedad. No es solo una falta de seguridad,
también es una falta de libertad.
Afirma que la idea del progreso es un mito.
Porque en el pasado la gente confiaba en que el futuro sería mejor y ya no.
- Estamos en un estado de interregno, entre una
etapa en que teníamos certezas y otra en que la vieja forma de actuar ya no
funciona. No sabemos qué va a reemplazar esto. Las certezas han sido abolidas.
No soy capaz de hacer de profeta. Estamos experimentando con nuevas formas de
hacer cosas. Las políticas de austeridad van a continuar, no pararán, pero
puede ser relativamente efectivo introducir nuevas formas de hacer las cosas.
El cambio de un partido por otro partido, no va a resolver los problemas. El
problema hoy no es que los partidos sean los equivocados, sino que no controlan
los instrumentos. Los problemas de los ciudadanos no están confinados al
territorio de su país, sino al globo. La presunción de que se puede resolver la
situación desde dentro es errónea.
Usted analiza la crisis del Estado-nación. ¿Qué
opina de las aspiraciones independentistas de Cataluña?
- Pienso que seguimos en los principios de
Versalles, cuando se estableció el derecho de cada nación a la
autodeterminación. Pero eso hoy es una ficción porque no existen territorios
homogéneos. Hoy toda sociedad es una colección de diásporas. La gente se une a
una sociedad a la que es leal, y paga impuestos, pero al mismo tiempo no
quieren rendir su identidad. La conexión entre lo local y la identidad se ha
roto. La situación en Cataluña, como en Escocia o Lombardía, es una
contradicción entre la identidad tribal y la ciudadanía de un país. Ellos son
europeos, pero no quieren ir a Bruselas vía Madrid, sino desde Barcelona. La
misma lógica está emergiendo en casi todos los países. Seguimos en los
principios establecidos al final de la Primera Guerra Mundial, pero ha habido
muchos cambios en el mundo.
El conflicto ya no es entre
clases, sino de cada persona con la sociedad. No es solo por falta de
seguridad, también es por falta de libertad.
Zygmunt BaumanLas redes sociales han cambiado la forma en que la gente protesta o la exigencia de transparencia. Usted es escéptico sobre ese “activismo de sofá” y subraya que Internet también nos adormece con entretenimiento barato. En vez de un instrumento revolucionario como las ven algunos, ¿las redes son el nuevo opio del pueblo?
EDICION COMPLETA DE EL PUENTE No. 35, en:
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