martes, 29 de septiembre de 2015

COLUMNAS GOVA

Periodismo HOY



Atilano González Villa

Nuestra actividad tan zarandeada, controvertida y cambiante, hoy no puede ser más, pero tampoco menos, de lo que fuera en sus orígenes, con aquellos principios que la cimentaron, consolidaron y dieron el impulso necesario y suficiente para llegar a nuestros días.
La tecnología electrónica, sin duda, ha sido una revolución cimbreante desde sus propias bases. En un principio la conmocionó y hasta podría decirse que la desfiguró un poco, pero con el paso de los años, el mejor conocimiento de los procesos electrónicos y de sus características, las aguas parecen tranquilizarse en su adecuado nivel. Y la actividad periodística, como tal, ha recobrado ya mucho, la casi totalidad, de su esencia primigenia caracterizada por la búsqueda de la noticia verdadera, la búsqueda de la verdad noticiosa, el proceso de manufactura de la noticia, la adecuación a su naturaleza y a la del medio, y su aprovechamiento al máximo por el o los canales para su gran difusión al público masivo. Todo un proceso para explicar, en palabras fáciles de comprender y de asimilar, la compleja realidad de nuestro mundo. Esto se espera del periodismo y del periodista, es la función social encomendada a esta parte del quehacer humano.

Pero hay algo grave. Muchos, y entre estos se cuentan no pocas escuelas de periodismo o de comunicación social en nuestro estado, no han analizado a fondo este fenómeno y han suprimido materias básicas, claves, para entender la redacción de contenidos y los objetivos periodísticos y del conocimiento buscados por los escritos. Esto es, han suprimido, por ejemplo, “géneros periodísticos”, las características de los escritos: nota o información, crónica, reportaje, artículo editorial y el editorial.
Pero el caso es que no la han sustituido por otra que reasuma sus contenidos. Y así oímos o leemos los escritos periodísticos, en papel o en medios electrónicos (radio, TV o web) con el mismo estilo de redacción, con la cancina acumulación de hechos y sin estructura definida.
Cada canal tiene sus propias características y posibilidades, cada uno exige un formato y un estilo singular para optimizar al máximo sus ventajas. 
Como en su momento fue con la prensa escrita, por la cuál la actividad periodística se estructuró de acuerdo a sus muy particulares exigencias y cualidades, y luego ocurrió lo mismo con la radio y después con la TV, ahora se repite la historia con las redes sociales. Estas, bien utilizadas, son herramientas básicas para ejercer el periodismo: brindan acceso directo y en tiempo real a fuentes, a expertos y a hechos, permiten escuchar y monitorear al público, y son una magnífica plataforma de difusión para el contenido noticioso. Pero, aprovechar este potencial requiere de inteligencia, estrategia y formación intelectual, porque las redes tienen su singular estilo y unas condiciones formales bastante diferentes de los otros medios masivos. Por eso el buen periodismo se entiende como el que consigue transformar lenguaje, narrativa y temas para sacar el máximo provecho de las ventajas del canal.

La función social, política, cultural y educativa del periodismo sigue y seguirá siendo necesaria, y los medios para su expresión podrán cambiar hasta el infinito si se quiere, pero la calidad del periodista y, por lo tanto del periodismo, se dará en la medida en que éste asuma la innovación con el mismo espíritu que aquella se dé y la asuma con análisis, estudio y práctica, inteligencia y creatividad.
Esta es y será siempre la diferencia entre el periodista de excelencia y el mediocre y, consecuentemente sus resultados serán, también, un periodismo de excelencia o uno mediocre. Pero con mediocres o francamente malos, y a pesar de ellos, el periodismo siempre contará con otros de excelencia para salir adelante en su valiosa misión social.

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