El primer estudio de la variedad genómica de un pueblo latino -el de México, de las mayores muestras de nativos americanos- revela que los genomas de los mexicanos modernos se distribuyen geográficamente siguiendo las pautas de los movimientos de población anteriores a Colón. Pese al mestizaje con los europeos, las trazas genéticas de la estructura de población precolombina han persistido durante los últimos 500 años.
El trabajo, publicado en la Revista Science, lo han coordinado investigadores de las universidades de Stamford y California, en San Francisco, y del Instituto Nacional de Medicina Genética, en México, con participación española. Los científicos están sorprendidos de la gran variedad genética y estructura fina de los ciudadanos del país -algunos son tan distintos de otros como los europeos de los asiáticos orientales- y se consideran refutado el cliché: “Los latinos constituyen un grupo homogéneo”.
El resultado no solo tiene importancia histórica, sino también médica, porque las distintas ascendencias nativas afectan a características de interés clínico, como la función pulmonar y la propensión a muchas enfermedades, entre los mexicanos y los estadounidenses de origen mexicano, explica el genetista de Stamford, Carlos Bustamante, coordinador del estudio. Los científicos esperan explotar ese conocimiento para adaptar las estrategias médicas a cada población.
La investigación ha ensamblado los datos de la mayor muestra analizada hasta ahora de cualquier población indígena, con el genoma de 511 personas de 20 grupos de indígenas representantes de casi todas las regiones geográficas de México. También han tomado datos de 500 personas mestizas de 10 estados mexicanos y de varios otros que viven en Guadalajara o en Los Angeles.
Señal genética originalSegún los datos, las poblaciones de nativos han permanecido tan aisladas, como antes de la llegada de las carabelas en 1492. Y a pesar de haberse mezclado con genomas europeos aún muestran su señal genética original en los mismos lugares de origen. Hay excepciones para todos los gustos, pero ésa es la pauta general.
Andrés Moreno-Estrada, también de Stamford y primer firmante del trabajo, explica que México posee una de las mayores tasas de diversidad genética precolombina en las Américas. “Por primera vez, añade, se ha cartografiado esta diversidad a una escala geográfica muy fina, y hemos demostrado que tiene un impacto fisiológico muy considerable para la función de los pulmones”.
Los investigadores han comparado un millón de “snips” (“single nucleotide polymorphisms” o variaciones de una sola “letra” del ADN entre unas personas y otras) y encontraron que las poblaciones indígenas divergen a lo largo del eje diagonal que va de noroeste a sureste. Y cuanto más alejados en ese eje, más varían los “snips” entre dos personas o dos poblaciones. El pueblo Seri que vive en el Golfo de California y los mayas lacandones del sur, frontera con Guatemala, difieren más que los asiáticos de los europeos.
Historia escrita en ADN En el genoma de los mexicanos han hallado trazas de los imperios maya y azteca, en forma de pautas de variación genética que coinciden entre áreas muy alejadas. El genoma de una sola persona puede contener estrato sobre estrato de variación, como los anillos de los árboles registran los años con incendios o los más húmedos.
También a nivel global, el genoma humano representa un registro histórico con estratos discernibles. Según Bustamante, los investigadores empezaron a comprender en los últimos años la “peculiar estructura” de la variación humana, pues hay “comunes” y “raras”. Las comunes se presentan en más del 30% de cualquier población humana, y los genetistas interpretan que son ancestrales en nuestra especie, es decir, que ya existían en Africa hace 60,000 años, antes de que los grupos humanos se dispersaran en distintas poblaciones.
Pero otro gran grupo de mutaciones, las raras, han ocurrido hace solo 10,000 años o menos, a partir de la revolución neolítica que inventó la agricultura en Oriente Próximo, China y América, multiplicando la población mundial en varios órdenes de magnitud y, por lo tanto, las ocasiones de generar nuevas variantes. Estas difieren de unos lugares a otros, solo alcanzan frecuencias del 1% al 2%, y parecen ser más relevantes para la propensión a enfermedades.