Apenas con 20 años ya era un aventajado investigador de Química Nuclear, del Fondo Nacional de Investigación Científica de Bélgica, cuando lo arrastró el movimiento cultural de 1968. “Me dejé llevar por esa ola y las propuestas de oriente que invadían el horizonte de la cultura occidental”.
Se olvidó de todo y viajó a la India para ser un auténtico cultor del yoga y de prácticas del esoterismo. Sus advertencias a los católicos, se fundan en sus experiencias.
La revolución de las estructuras y de la conciencia
Ni su sólida educación cristiana, como tampoco la innata cualidad crítica de su ser científico impidieron que fuere impactado por el movimiento de estructuras en la sociedad de la época. Un día cualquiera, se quedó absorto ante un afiche publicitario que invitaba a practicar la “Meditación Trascendental”, una “vía simple, fácil y eficaz, algo irresistible, dice.
El gurú y la seducción del yoga
Entonces conoció a un renombrado seguidor del yoga, llamado Maharishi Mahesh Yogi. Me recibió cordialmente. Empezó haciéndome practicar la técnica aún más intensamente, pues, según él, las dificultades que experimentaba se debían a que debía “relajar tensiones profundas”. Tras ese tiempo de “purificación”, me propuso convertirme en maestro de la meditación, y me formó para ello.
Dejó todo y por casi 3 años exploró las afamadas bondades del yoga, en una comunidad espiritual (Ashram) en la India. Pronto fue entrenado en la mismísima cuna del Yoga.
Descubrí que la práctica “era una gran liturgia”. Aquí, los occidentales utilizan el yoga como relajación. Cuando se lo dije al gurú en un viaje a Alemania, tuvo un ataque de risa, luego lo pensó y dijo “esto no evitará que el yoga haga su efecto”.
En su libro “La experiencia prohibida” recuerda que a pesar de vivir belleza, armonía y serenidad durante sus prácticas… “toda mi naturaleza podía exultar con una sobriedad indescriptible, salvo la punta fina de mi alma que seguía insatisfecha”.
Joseph-Marie señala en su libro que el yoga es “en todo, un camino ajeno al que confiesa la Fe cristiana”
En el horizonte cristiano, precisa, “la elevación de que se habla, es una salida de uno mismo hacia Dios y hacia los demás, en una entrega caritativa a ellos por amor”. Luego agrega que “este no es el horizonte del yoga, que en sí es… un éxtasis solitario”. El que practica el yoga se pone en camino hacia su propia realidad “absoluta”, de la que “quiere gozar sin compañía de nadie, en forma narcisista”.
Recuperando el sentido
Tiempo después, con vagas pero permanentes luces de nostalgia por Dios, lo visitó un médico naturista cristiano. Yo ya era secretario personal del gurú. El me preguntó: “¿Es cristiano…, bautizado…? ¡Claro! Le respondí. Y, ¿quién es Jesús para usted? Es difícil de expresar, pero todo mi cuerpo se conmovió, se cimbró y sentí que Jesús me decía, ¿cuánto tiempo me harás esperar?”.
Sentí que un mar de misericordia se derramaba sobre mí y lloré, lloré todas las lágrimas de mi arrepentimiento. No pasó mucho tiempo y Joseph-Marie se armó de valor y abandonó el Ashram y las prácticas del gurú.
Un retorno con tropiezos
Tomó un avión de regreso a Bélgica. Lleno de temores, confuso, en vez de buscar ayuda en personas de iglesia, recurrió a personas inmersas en las tradiciones del hinduismo y muy pronto se vio en una escuela esotérica, donde “cristianos” mezclaban energía y reencarnación. Y me vi en prácticas ocultistas, lo que hoy llamaría “Terapias Energéticas”. Es decir, manipular las energías ocultas con el fin de obtener curaciones. Me “descubrieron” como médium usando fuerzas ocultas sin dificultad para penetrar en la mente de otros para curarlos y esto ocupaba todo mi tiempo libre. Pero no había tal “sanación”, solo un desplazamiento de síntomas.
«Aun así, comencé a participar de la Eucaristía -puntualiza- aunque no me había atrevido a confiar en los representantes de la iglesia, y prolongaba mis tiempos de oración con el Santo Rosario. Paulatinamente tomé conciencia de la enajenación sutil que padecía a raíz del trabajo con estas entidades. Sobre todo, cuando un día se manifestaron».
Joseph-Marie comenzó a escuchar extrañas voces. Tenía un grupo de manipulaciones que llamábamos “colectividad magnética”. Se lo comenté a los dirigentes del grupo, se rieron y me dijeron: “No te lo hemos dicho, pero es evidente que ejerces tales poderes sin la ayuda de los espíritus. Son ángeles sanadores”.
Continué esclavizado por estos “ángeles sanadores”. En París acudí a una Eucaristía y en el momento de la consagración, cuando el sacerdote dice “por El, con El y en El”, escuché a estos seres blasfemar vergonzosamente de Cristo. Quedé petrificado. En ese instante comprendí que había sido engañado, abusado.
Al final de la celebración, busqué al sacerdote y le conté mi historia. Y me respondió: “eso no me asombra. Soy el exorcista de la diócesis”. Luego de este primer encuentro de liberación -y este detalle es muy importante- iba todos los días a misa y no pasaba nada, los espíritus o entidades se ocultaban. Sabían que era mejor quedarse quietos, pero la autoridad del sacerdote “los obligó a rebelarse”. Finalmente pude ser liberado “con oraciones intensas”.
La llamada al sacerdocio maduraba en el corazón de Joseph-Marie desde que había regresado de la India. “Entonces decidí aferrarme a la Iglesia, tomándome el tiempo necesario para comprender mi historia a la luz del Evangelio”. Es así que luego de diez años de formación, fue ordenado sacerdote en 1983, integrándose a la Comunidad Monástica de San José, donde es Prior de un monasterio, en Francia, hasta la fecha.(El Puente y Net For God Production)
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