viernes, 16 de enero de 2015

Hemos nacido para cosas mayores


La felicidad y los bienes materiales


Desde que el mundo es mundo, la especie humana ha debido luchar por su supervivencia.
La necesidad es la condición normal del ser humano y tratar de satisfacerla uno de los instintos más fuertemente enraizados. Pero, hoy, algo extraordinario se ha producido en el mundo desarrollado. Por primera vez en la historia, las sociedades desarrolladas como un todo están confrontadas a problemas, no de penuria, sino de sobreabundancia.
Vivimos, hasta ahora -no sabemos qué modificaciones podrán traer las crisis financieras- en una economía de excedentes donde casi todos los sectores de actividad, antiguos y nuevos, sufren de una sobrecapacidad.
Hay tantos automóviles en circulación, que casi ya no hay espacio para conducirlos. Tenemos tanto para comer que sufrimos una epidemia de obesidad. Hay tantas cosas para comprar, para ver y para hacer, que no encontramos tiempo para disfrutarlas.
Nos entusiasmamos por un momento con el nuevo celular, Ipod o Ipad, para en el breve plazo dejarlo de lado y correr a adquirir el más reciente “avance” tecnológico.
¿Demasiado de todo? Esa era la utopía que nuestros antepasados perseguían, sin gran esperanza de conseguirlo. ¿Entonces, por qué no somos netamente más felices?
De hecho, las “encuestas sobre la felicidad” realizadas hace algún tiempo en Estados Unidos, Gran Bretaña y en Europa continental muestran que el nivel de felicidad frecuentemente ha disminuido en el curso los 30 últimos años.
Pero el verdadero y permanente problema del hombre es pensar que encontrará su felicidad en los bienes materiales, en la diversión y en la abundancia.
“Ad majora natus sumus”. Hemos nacido para cosas mayores. (El Puente y agencias)

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